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Ampararía la estabilidad monetaria, evitaría los monopolios privados en los sistemas de pago y serviría de potente símbolo de la unidad europea

 

El proyecto del euro digital tiene una motivación simple: garantizar que, en un mundo digital, siga existiendo la opción de hacer y recibir pagos en dinero del banco central. Complementar el dinero físico con dinero digital contribuiría a modernizar el sistema monetario tradicional de dos niveles, en el que tanto el efectivo como los depósitos bancarios sirven como medio de cambio. 

La evolución del sistema monetario de dos niveles en los últimos 300 años proporciona unos cimientos sólidos para el funcionamiento del sistema financiero en general y permite a los bancos centrales mantener la estabilidad de precios con eficacia. Si bien se puede hablar en términos teóricos de sistemas monetarios alternativos en los que la moneda fiduciaria solo desempeña un papel mayorista, la prudencia sugiere preservar su función minorista, entre otras cosas, con la introducción del euro digital. 

Los bancos centrales tienen el mandato de salvaguardar la estabilidad monetaria en todas las circunstancias. Esto requiere un enfoque prudente, pero con visión de futuro, que tenga en cuenta no solo los escenarios de referencia, sino también los riesgos de variaciones extremas en el desarrollo futuro del sistema monetario. El euro digital reducirá al mínimo la probabilidad de resultados económicos desfavorables en el futuro y garantizará la resiliencia del sistema monetario en un mundo cada vez más digital.

Históricamente, el dinero emitido por el banco central ha sido clave para mantener la confianza en la convertibilidad del dinero de bancos comerciales en dinero del banco central. Si bien la convertibilidad suele darse por sentada, no es evidente que el sistema monetario de dos niveles vaya a mantener necesariamente su estabilidad si, debido al proceso de digitalización en curso, la convertibilidad a dinero físico pierde relevancia y no se ofrece la opción del dinero digital.

Poder monopolístico

En comparación con otros servicios, los instrumentos de pago tienen unas fortísimas externalidades de red: cuanto más se usan, más valor adquieren. Esta es una de las razones por las que usar dinero del banco central para los pagos mejora la eficiencia de la economía: reduce las posibilidades de que los sistemas de pagos comerciales se sirvan de su poder monopolístico para cobrar comisiones excesivas. A medida que aumenta la proporción de transacciones digitales, la opción de hacer pagos en euros digitales puede limitar el posible poder monopolístico de las empresas que dominan las redes de pagos en el sector privado. 

Además, el acceso público al dinero del banco central ofrece una alternativa de respaldo confiable al uso del dinero de bancos comerciales para algunos tipos de transacciones en caso de que se produzca una perturbación en la banca comercial, ya sea por problemas técnicos o como consecuencia de un ciberataque. Esta es una de las razones por las que las autoridades quieren un euro digital que funcione tanto en línea como sin conexión.

Hay quien dice que, al adaptar el sistema monetario a la era digital, una opción sería promover las monedas estables, emitidas y operadas por intermediarios del sector privado. Sin embargo, las monedas estables deben entenderse principalmente como una extensión del universo del dinero privado, es decir, como otro sustituto de los depósitos bancarios, y no como un verdadero sustituto de la moneda fiduciaria. Una moneda estable no tiene valor estable intrínseco como moneda, a diferencia de una obligación del banco central. Ni siquiera el respaldo de una cartera muy líquida garantizaría la convertibilidad en todas las situaciones.

En contraste, un euro digital bien diseñado promete modernizar el sistema monetario de dos niveles sin desestabilizar las instituciones financieras ni alterar la aplicación o la transmisión de la política monetaria. Entre otras características, unos límites bien calibrados a las tenencias de euros digitales podrían proporcionar suficiente dinero digital para realizar transacciones y evitar al mismo tiempo salidas excesivas de los bancos comerciales y una expansión desmesurada del balance del banco central.

Además, dado que los usuarios abrirían sus cuentas en euros digitales principalmente a través de sus bancos (o de otros proveedores de servicios de pago), la estrecha interconexión entre el dinero fiduciario y el dinero de bancos comerciales se mantendría. Si los bancos y otros proveedores de servicios de pago hacen las comprobaciones necesarias para conocer a sus clientes, se mantendrá un nivel máximo de privacidad y el banco central no conocerá los detalles de las cuentas individuales. 

Si los bancos y otros proveedores de servicios de pago hacen las comprobaciones necesarias para conocer a sus clientes, se mantendrá un nivel máximo de privacidad y el banco central no conocerá los detalles de las cuentas individuales.
Unificar los mercados fragmentados

En la zona del euro, el euro digital ofrece beneficios adicionales para una unión monetaria de múltiples países. Entre otros factores, el sistema de pagos de la zona del euro está muy fragmentado, coincidiendo con las fronteras nacionales: normalmente, los clientes tienen que recurrir a proveedores de tarjetas o billeteras digitales no europeos para hacer pagos dentro de la eurozona. Si fuera obligatorio aceptar el euro digital, las externalidades de red inmediatas contribuirían a unificar ese mercado tan fragmentado. 

El euro digital reduciría los costos para los vendedores y las empresas, puesto que proporcionaría la infraestructura de red para un sistema de pagos en toda la eurozona, y lo haría sin ánimo de lucro. Aumentaría el poder de negociación con las redes de tarjetas internacionales, tanto en el caso de operaciones en persona como de comercio electrónico. De esa forma, un euro digital promete hacer posible un sistema de pagos rápidos en toda la eurozona en el punto de interacción entre clientes y vendedores. En un contexto de incentivos contrapuestos para los operadores de los sistemas de pago nacionales tradicionales, es poco probable que surja un sistema de pago rápido en el punto de interacción si no hay un euro digital.

El euro digital también serviría de importante punto de apoyo para la innovación en tecnofinanzas en todo el continente. Una plataforma estandarizada y paneuropea permitiría a los proveedores privados innovar y, al mismo tiempo, beneficiarse de las economías de escala de la red subyacente del euro digital, lo que en último término reduciría los costos tanto para los consumidores como para las empresas.

En particular, al vincular a consumidores y vendedores de toda la zona del euro a través de un sistema de cuentas en euros digitales, los proveedores de tarjetas y billeteras digitales podrían centrarse en otros servicios de pago y dejar que los pagos subyacentes se muevan por los raíles de un sistema de euro digital. Separar la infraestructura básica del sistema de pagos (la red del euro digital) de la prestación de servicios adicionales también reduce el riesgo de que se produzcan efectos de cautividad (lo que ocurre cuando una red de pagos privada tiene una ventaja tecnológica transitoria y suprime la innovación posterior a fin de mantener el control).

Símbolo de unidad

En resumen, puede decirse que la función minorista del dinero del banco central es un elemento integral de los fundamentos soberanos del sistema monetario. En particular, la unicidad, la eficacia y la estabilidad del sistema monetario se apoyan, en último término, en la autoridad soberana (o, en el caso de la zona del euro, en la soberanía conjunta de los Estados miembros de la Unión Europea). La función monetaria de la autoridad soberana abarca los fundamentos institucionales del sistema monetario (incluidas la definición de la moneda de curso legal y su aplicación), el mantenimiento de la disciplina presupuestaria necesaria para garantizar que la política monetaria se mantenga al margen del predominio fiscal y la delegación de diversas funciones monetarias al banco central.

El hecho de que el dinero del banco central tenga una función minorista mantiene la relación monetaria directa entre la entidad soberana y el ciudadano. Refuerza el entendimiento común de que la estabilidad monetaria es un elemento intrínseco de la soberanía. Esta consideración es especialmente pertinente en un contexto europeo en que la moneda común se considera un mecanismo primordial para una mayor integración económica y política entre los países miembros. Más allá de su función económica y monetaria, el euro es un símbolo importante de la unidad europea, que debe mantenerse en la era digital.

PHILIP R. LANE es economista jefe y miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo.

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.