Los logros innovadores del continente y su propósito renovado ponen en entredicho las críticas sobre una regulación excesiva

 
 

“Estados Unidos innova, China replica, Europa regula”: así resumen los críticos el acercamiento europeo a la innovación. El ejemplo más citado del afán regulador de la Unión Europea es el ya célebre Reglamento de Inteligencia Artificial, que rige esta tecnología, pese a que la región aún no ha producido un solo actor de peso en este ámbito.

La productividad de las empresas tecnológicas estadounidenses ha aumentado cerca de un 40% desde 2005, mientras que la de las empresas europeas se ha estancado, según una investigación del FMI. El gasto en investigación y desarrollo como proporción de las ventas es más del doble en Estados Unidos que en Europa. Ninguna empresa europea figura entre las diez mayores tecnológicas por cuota de mercado. La primera en la lista es SAP (14.a), una empresa alemana de software, cuyo valor equivale apenas al 10% del de Apple, que ocupa el primer puesto. El proveedor neerlandés de semiconductores ASML (15.o) tiene cerca del 10% del valor de mercado de Nvidia (2.o), según el sitio CompaniesMarketCap.

Sin embargo, como suele ocurrir, la realidad es más matizada. El ecosistema de innovación europeo está lleno de vida y adopta múltiples formas. Muchas empresas tecnológicas europeas se han convertido hoy en nombres reconocidos a escala mundial: Spotify y Klarna (empresa de tecnofinanzas especializada en el “compre ahora, pague después”), ambas suecas, así como el banco digital británico Revolut. O Skype, recientemente retirada por su propietaria Microsoft, que fue fundada en Londres por cuatro estonios, un danés y un sueco. De hecho, uno de sus primeros empleados, el estonio Taavet Hinrikus, cofundó Wise, una empresa de transferencias de dinero.

Excelencia en el sector de la salud

“Hay algo de cierto en la reputación de Europa como continente con mucha regulación”, admite Francesca Pasinelli, exdirectora general de la Fondazione Telethon de Italia, entidad que recauda fondos para la investigación en salud. “Pero la realidad es más compleja”. Las empresas europeas destacan particularmente en el sector farmacéutico. La danesa Novo Nordisk, fabricante de los populares medicamentos para perder peso Ozempic y Wegovy, ocupa el cuarto puesto por capitalización bursátil en el ranking farmacéutico, donde también figuran la británica AstraZeneca y las suizas Roche y Novartis. La pequeña empresa alemana BioNTech, fundada en 2008 por dos inmunólogos de origen turco, alcanzó fama mundial cuando la vacuna contra la COVID-19, que desarrolló junto con el gigante farmacéutico estadounidense Pfizer, fue la primera en salir al mercado, además en tiempo récord.

La Fondazione Telethon fue creada en la década de 1990 por familias de pacientes con enfermedades genéticas raras, con el objetivo de recaudar fondos y promover la investigación “en ámbitos donde no intervenían ni el sector público ni el privado, debido al reducido número de personas afectadas”, explica Pasinelli, quien asumió la dirección general en 2009 y actualmente forma parte del consejo directivo.

Desde su fundación, la Fondazione Telethon ha invertido cerca de EUR 700 millones en más de 3.000 proyectos. Famosa en Italia por su maratón televisivo anual de recaudación (de ahí su nombre), en el que participan personalidades del mundo del espectáculo y del deporte, la fundación se encarga directamente de evaluar, asignar y supervisar los fondos. “Copiamos el rigor del modelo de los NIH”, afirma Pasinelli, en referencia a los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.

Innovadores, inversionistas de capital de riesgo y académicos coinciden en que las cosas están cambiando en Europa.
Una brecha en el capital de riesgo

Aun así, la brecha entre Estados Unidos y Europa sigue siendo enorme. La causa más señalada es la falta de financiamiento para la innovación, atribuida a la ausencia de una unión de los mercados de capitales y a la escasa disponibilidad de capital de riesgo. En 2024, los inversionistas de capital de riesgo estadounidenses destinaron
EUR 210.000 millones a más de 15.000 operaciones, por EUR 57.000 millones en menos de 10.000 operaciones en Europa, según datos de Italian Tech Alliance. Europa, que también se encuentra por detrás de Asia, corre el riesgo de quedarse aún más rezagada. Sus dos principales mercados, el Reino Unido y Francia, vieron caer sus cifras el año pasado: la inversión descendió de EUR 19.000 millones a EUR 16.800 millones y de EUR 9.000 millones a EUR 7.700 millones, respectivamente. También disminuyó el número de operaciones. El tercer mayor mercado, Alemania, registró un ligero repunte, pasando de EUR 7.100 millones a EUR 7.400 millones.

No obstante, la escasez de capital no lo explica todo. “El capital es móvil y, por tanto, está disponible donde hay buenas oportunidades”, señala Maurizio Sobrero, profesor de gestión de la innovación en la Universidad de Bolonia. “En muchos casos, el verdadero obstáculo es la fragmentación del mercado europeo debido a las diferentes normativas nacionales y regímenes de autorización. Esto es especialmente evidente en algunos sectores, por ejemplo el de los equipos biomédicos”. También las investigaciones del FMI apuntan a la fragmentación del mercado. Sigue habiendo numerosas barreras no arancelarias dentro del mercado único, lo cual impide que las empresas innovadoras amplíen la escala de sus actividades y realicen inversiones que solo serían rentables con una base de clientes más amplia.

Sobrero y sus coautores examinaron investigaciones financiadas por subvenciones del Consejo Europeo de Investigación. De las 20 principales empresas por número de solicitudes de patentes que mencionaban haber recibido financiamiento del Consejo, más de la mitad eran estadounidenses, lo que indica que tienen una mayor capacidad para convertir la investigación en tecnología que conlleve un impacto económico.

Algunas personas ven valor en el capital de riesgo a pequeña escala. “Las grandes empresas estadounidenses no participan en operaciones pequeñas”, afirma Elizabeth Robinson. Doctora en biotecnología por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en la década de 1990 cofundó la empresa Nicox, a partir de una investigación realizada originalmente en Italia y financiada por firmas de capital de riesgo francesas y suecas. La empresa comenzó con terapias gástricas y pasó a especializarse en oftalmología. “Fue una verdadera iniciativa europea”, declaró a Finanzas y Desarrollo.

Robinson es actualmente vicepresidenta de Indaco Venture Partners, que cuenta entre sus inversionistas con el Fondo Europeo de Inversiones y se centra en cinco áreas de innovación, entre ellas la tecnología médica y la biotecnología. Y cree que Europa tiene la oportunidad de beneficiarse de los recortes presupuestarios que se han anunciado para los NIH estadounidenses.

Un cambio de mentalidad

En una ocasión, cuando se le preguntó por el enfoque europeo en materia de empresas emergentes, el fundador de Spotify, Daniel Ek, respondió con una lista de reproducción que comenzaba con “Wake up”, un título de la banda estadounidense Rage Against the Machine: “Who I got to do to wake you up? To shake you up, to break the structure up”. (¿Qué tengo que hacer para que despiertes? Para hacerte reaccionar, para romper la estructura).

Existen indicios alentadores de que finalmente Europa está despertando. Un informe sobre el futuro de la competitividad europea, elaborado por el ex primer ministro italiano Mario Draghi, destaca la aceleración de la innovación como la primera transformación necesaria para proyectar la economía europea hacia el futuro. El informe aboga por una inversión adicional anual de EUR 800.000 millones en los sectores verde, digital y de defensa.

Europa también está demostrando una mayor disposición a invertir en inteligencia artificial. En la cumbre sobre la acción en materia de IA convocada por el presidente francés Emmanuel Macron en febrero de 2025, Francia se comprometió a aportar EUR 109.000 millones. A la vez, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, prometió movilizar fondos comunitarios y privados para llegar hasta los EUR 200.000 millones. Sin embargo, esta cifra aún está muy por debajo de los USD 500.000 millones comprometidos por Estados Unidos para el Proyecto Stargate, liderado por OpenAI y otros.

La creciente implicación del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y del Fondo Europeo de Inversiones (FEI) indica avances en la dirección adecuada. En 2024, el BEI invirtió una cifra récord de EUR 19.800 millones en empresas digitales e innovadoras de alto riesgo, según su informe anual. De ese total, EUR 14.400 millones provinieron del FEI, la mitad en forma de participación de capital. El BEI también ha duplicado su inversión de capital en empresas de tecnología de seguridad y defensa. Estas medidas, junto con el fuerte incremento del gasto en defensa anunciado por Alemania y otros países, deberían impulsar a las empresas tecnológicas de defensa europeas y fomentar el gasto en investigación y desarrollo.

Entre los países europeos, España se destaca por su dinamismo, impulsado por instituciones públicas. A finales de 2023 aprobó una ley de empresas emergentes y la inversión aumentó un 16%, hasta los EUR 2.000 millones. Esta ley contempla incentivos fiscales para empresas, inversionistas y empleados; se presenta como la más favorable de Europa en materia de opciones sobre acciones; reduce la burocracia e introduce nuevas líneas de financiamiento público, una de ellas destinada a apoyar a las mujeres emprendedoras. El sector privado español complementó esta iniciativa con unos EUR 3.000 millones adicionales de financiamiento propio.

Inteligencia artificial y calzado

Las universidades son de por sí un terreno fértil para la innovación. Aunque Europa carece de gigantes como el MIT o la Universidad de Stanford, muchas universidades cuentan ya con ecosistemas florecientes que han dado origen a varios “unicornios”, es decir, empresas emergentes valoradas en más de USD 1.000 millones. La Universidad de Cambridge lidera el ranking por número de empresas tecnológicas nacidas de la universidad y planea acelerar el desarrollo en tecnología y ciencias de la vida en el próximo decenio. Uno de sus casos más clásicos y emblemáticos es ARM, una empresa fundada en 1990 que produce semiconductores y software para teléfonos inteligentes.

En segundo lugar se encuentra la ETH de Zúrich, origen de las cámaras huecas patentadas que caracterizan a las suelas de la marca suiza de calzado On. Otras instituciones académicas destacadas en innovación son la Universidad Técnica de Múnich (Alemania), la Universidad Tecnológica de Delft (Países Bajos) y la Universidad Aalto (Finlandia).

La relación entre universidades europeas e innovadores sigue evolucionando. Al igual que en Estados Unidos, muchas universidades europeas adquieren participaciones de capital en las etapas iniciales de empresas innovadoras. Sin embargo, según Robinson, de Indaco, algunas se resisten a diluir la participación y no se suman a rondas de financiamiento posteriores, lo que puede ralentizar el crecimiento de las empresas.

Y hay más buenas noticias. Tres egresados de la Universidad de Coímbra, en Portugal, que se conocieron trabajando en la Agencia Espacial Europea, crearon Feedzai, una plataforma que combate el fraude financiero mediante inteligencia artificial y biometría. Actualmente, varias instituciones financieras del ámbito mundial la utilizan para monitorear pagos por un valor total de USD 6 billones al año.

Aunque está financiada por firmas estadounidenses de capital de riesgo y ya cuenta con oficinas en Silicon Valley, la empresa mantiene su sede en Coímbra, cuya universidad fue fundada en el siglo XIII. “Para nosotros tiene sentido quedarnos aquí, porque queremos seguir contribuyendo al desarrollo del ecosistema”, declaró Nuno Sebastião, uno de los fundadores, al periódico portugués Público. Una iniciativa impulsada por Feedzai ya ha dado lugar a la creación de 12 empresas emergentes y ha captado USD 412 millones en financiamiento.

Innovadores, inversionistas de capital de riesgo y académicos coinciden en que las cosas están cambiando en Europa. “Por primera vez, la Comisión Europea cuenta con un comisario dedicado exclusivamente a empresas emergentes, investigación e innovación”, señala Francesco Cerruti, director general de Italian Tech Alliance. “Pero hay que pasar de las palabras a los hechos. Y rápido”.

ALESSANDRO MERLI es investigador asociado en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (Campus de Europa) de la Universidad Johns Hopkins y fue periodista en Il Sole 24 Ore.

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.