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Europa sabe que debe mostrarse unida para influir en la economía mundial actual, sin permitir que ocurra lo contrario

 

Pocos lugares igualan la calidad de vida de la Unión Europea (UE). Sus trabajadores disfrutan de más tiempo libre que en muchas otras regiones, y aun así, sus niveles de vida se encuentran entre los más altos. La solidaridad como uno de sus valores fundamentales queda demostrada en los contratos sociales por los que el Estado se compromete a atender a quienes lo necesiten.

Con todo, la UE ha estado perdiendo confianza en su modelo económico. Pese a tener más riqueza que China y más población que Estados Unidos, está a la zaga de ambos países en términos de crecimiento y ha retrocedido en innovación tecnológica desde la crisis financiera mundial. La brecha de crecimiento se está ampliando en un contexto de reducción de la fuerza laboral del continente, estancamiento de la productividad y recrudecimiento de las tensiones comerciales. Además, los gobiernos están luchando frenéticamente por aumentar el gasto en defensa y así depender menos de Estados Unidos en términos de seguridad.

¿Es capaz la UE de salir de su inercia y responder a los retos de una nueva era marcada por la incertidumbre en las políticas y los rápidos cambios geopolíticos? En este número de Finanzas y Desarrollo analizamos estas cuestiones en profundidad.

Alfred Kammer, director del Departamento de Europa del FMI, argumenta que lograr una mayor integración económica resulta más apremiante que nunca. El fortalecimiento del mercado único contribuiría a acelerar el crecimiento y aumentar la seguridad, escribe.

Lo que se debe hacer no es un secreto; Europa cuenta ya con una hoja de ruta que se traza en sendos informes de los ex primeros ministros italianos Mario Draghi y Enrico Letta. Ambos se centran en cómo Europa puede mejorar su competitividad y su productividad. Las prioridades más destacadas son impulsar la innovación, apoyar a las empresas y mejorar la seguridad económica mediante la consolidación de los mercados fragmentados, en particular en los ámbitos de defensa, energía, telecomunicaciones y finanzas. Ahora bien, ¿disiparán los Estados miembros la desconfianza entre ellos y en las instituciones de la UE?, se pregunta Simon Nixon.

Uno de los obstáculos es la ausencia de un mercado financiero unificado, como sugieren Ravi Balakrishnan y Mahmood Pradhan. Un mercado de capitales único dará lugar a un volumen mayor de ahorro solo si Europa también consolida su unión bancaria, y la inversión aumentará solo si las empresas esperan mayores rendimientos. Esto, a su vez, requiere mucha menos fragmentación, menos burocracia y una reglamentación más uniforme en toda la Unión.

Alemania, la principal economía de Europa es prueba contundente del malestar económico. Apenas ha crecido desde 2019, mientras que el crecimiento de Estados Unidos fue 12 veces superior, y 3 veces mayor que el de la zona del euro. Para acortar las distancias, las autoridades alemanas ya han modificado el “freno al endeudamiento”—el límite constitucional a la deuda pública— y deben ahora abrir la economía a inversiones de futuro y superar la escasez crónica de mano de obra, afirman Claudia Schaffranka y Ulrike Malmendier.

Pese al estancamiento general, algunas economías muestran más vitalidad. La eficaz transformación económica de Polonia puede servir de ejemplo a todo el continente, opina su ministro de Hacienda, Andrzej Domański. Las reestructuraciones generalizadas han convertido a Grecia —que salió de una crisis de deuda no hace tanto tiempo— en una de las economías de más rápido crecimiento de Europa, escribe el exministro de Finanzas Konstantinos Hatzidakis. España, por su parte, ha encontrado el punto óptimo entre un crecimiento sólido y el progreso social con unas finanzas públicas sostenibles, según su ministro de Economía, Carlos Cuerpo.

En este número de F&D, un artículo especial investiga las implicaciones para las políticas públicas de la caída de la fertilidad y el aumento de la longevidad. Arreglárselas con un número de trabajadores cada vez más reducido en proporción a los jubilados es un problema en muchas partes del mundo, pero especialmente en Europa.

Europa sabe que ha llegado el momento de reavivar su poderío económico, y que debe mostrarse unida para influir en la economía mundial actual, sin permitir que ocurra lo contrario. Y esto lo puede conseguir siendo fiel a sus valores.

GITA BHATT, Directora Editorial

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.