Las inversiones a largo plazo y centradas en el futuro pueden rescatar a la principal economía europea del estancamiento económico
Más de veinticinco años después de que The Economist apodase a Alemania “el enfermo de Europa” por primera vez, esta etiqueta vuelve a ser válida.
En esta ocasión, padece una enfermedad crónica que exige un tratamiento a largo plazo. La propuesta fiscal del gobierno entrante, que incluye financiar infraestructuras y aumentar el gasto en defensa, es un comienzo. Sin embargo, Alemania debe también abrir su economía a las tecnologías de futuro, propugnar una mayor integración del mercado europeo y consolidar los mercados de capital nacionales.
En los últimos cinco años, la economía alemana ha quedado estancada y, desde 2019, ha crecido solo un 0,1%. Durante el mismo período, la economía estadounidense ha crecido un 12%, y la del conjunto de la zona del euro, un 4%. Las previsiones no parecen mucho más alentadoras. El Consejo Alemán de Expertos Económicos, un grupo de consultores que asesora al gobierno federal, prevé que el crecimiento siga siendo flojo durante los próximos dos años; el producto potencial se incrementaría solo un 0,4% anual.
En 1999, cuando The Economist se refirió por primera vez a Alemania como un enfermo, el elevado desempleo y el débil crecimiento económico asolaban el país. Después, la economía alemana se reactivó. Las importantes reformas del mercado laboral de 2003–05 contribuyeron a reducir el desempleo de forma significativa. En la década de 2000, la contención salarial provocó un descenso de los costos unitarios relativos de la mano de obra y un incremento de la competitividad de precios.
Sin embargo, los desafíos que enfrenta Alemania hoy en día son otros. Lo que le falta a la economía no son puestos de trabajo, sino trabajadores. En los próximos 10 años, la situación no hará sino empeorar, ya que se espera la jubilación de 20 millones de trabajadores, y solo la incorporación de 12,5 millones al mercado laboral. La probabilidad de que trabajadores de más edad estén empleados es menor y, en el caso de que sí trabajen, lo harán menos horas. El envejecimiento demográfico agravará la actual escasez de mano de obra, impulsando todavía más al alza los costos laborales.
De hecho, estos costos son la principal causa de la pérdida de competitividad de precios de Alemania, incluso por encima del aumento de los precios de la energía. El lento crecimiento de la productividad, unido al aumento de los salarios, ha provocado un deterioro de los costos unitarios de la mano de obra, también en comparación con los de otras importantes economías europeas, como Francia y España.
Otro de los factores que frenan a Alemania es el elevado nivel de estabilidad del empleo, reforzado por medidas como el “trabajo a tiempo reducido”, que mantiene a los trabajadores en plantilla con un número reducido de horas. Aunque pueda parecer positivo para la población activa, que la presión sobre las empresas y los empleados sea menor, para que se adapten a una economía cambiante, no ha hecho sino ralentizar los cambios estructurales y la reasignación a sectores más productivos.
El declive de la industria manufacturera
Observamos que estos factores adversos afectan especialmente al sector manufacturero, antiguo motor del crecimiento alemán, en trayectoria descendente desde 2018. La recuperación de la demanda externa —en especial, de China— tras la COVID-19 no benefició a la industria manufacturera y otros sectores clave, con lo que las exportaciones no lograron aumentar. La pérdida de competitividad, unida a la creciente fragmentación del comercio, la amenaza de aranceles por parte de Estados Unidos y la competencia cada vez mayor de China en los mercados mundiales, complicará que Alemania recupere su posición.
Los elevados costos energéticos son otro factor importante. Aunque Alemania supo capear la subida de los precios del gas natural y la electricidad tras la invasión rusa de Ucrania, el producto de las industrias con uso intensivo de energía viene disminuyendo prácticamente sin parar desde comienzos de 2022. Los precios energéticos siguen siendo elevados, no solo en términos históricos y en relación con Estados Unidos, sino también en comparación con los de muchos países europeos vecinos. Alemania, pues, ya no es tan atractiva para las industrias con uso intensivo de energía, como la inteligencia artificial, que necesita centros de datos con un enorme consumo de energía. Según estimaciones de la Agencia Internacional de Energía, la demanda mundial de electricidad de los centros de datos podría duplicarse entre 2022 y 2026, y Alemania no está preparada para satisfacerla a un costo reducido.
Además de la falta de mano de obra y los costos energéticos, el bajo crecimiento del país puede vincularse a dos factores adicionales.
Tecnologías heredadas
En primer lugar, su legado de liderazgo en los sectores de la automoción, la ingeniería mecánica y los productos químicos ha hecho que Alemania haya seguido centrada en tecnologías existentes, y dependiendo de ellas. La infraestructura existente, las competencias especializadas y los mercados establecidos en estos sectores tradicionales han dificultado la diversificación de la economía alemana hacia sectores de alta tecnología como la informática y la biotecnología. A pesar de que el gasto en I+D privado sigue siendo considerable en comparación con otros países, lo cierto es que se concentra en esos sectores de “tecnología intermedia”, incapaces ya de generar el crecimiento deseado.
En segundo lugar, en el marco del sistema financiero tradicional alemán, el capital que asigna el sector bancario es demasiado, y los flujos hacia las empresas innovadoras y de mayor riesgo son insuficientes.
Un mercado de capitales profundo y líquido promueve el crecimiento a largo plazo al canalizar el capital financiero hacia las empresas más productivas e innovadoras. Esto es especialmente cierto en el caso de negocios jóvenes e innovadores, como son las empresas emergentes. Sin embargo, las empresas alemanas se han sustentado tradicionalmente en el financiamiento bancario y no en los mercados de capital en general. Pese a que el volumen de capital-riesgo ha crecido, pasando de un promedio de 0,02% del PIB en 2011–13 a casi 0,09% en 2021–23, sigue siendo insuficiente, sobre todo para el financiamiento en fase avanzada de empresas en crecimiento. En Europa existen menos fondos de capital de riesgo que en Estados Unidos o Asia, y son más pequeños. Por ello, las empresas emergentes tienen dificultades para obtener recursos en varias grandes rondas de financiamiento.
Una de las razones principales es la falta de grandes inversionistas institucionales dispuestos a invertir en capital-riesgo europeo. Estos inversionistas, o bien prefieren invertir en activos de menor riesgo, o bien optan por fondos estadounidenses ya consolidados y de mayor tamaño. Esto supone un problema, sobre todo para las empresas europeas emergentes en expansión de mayor tamaño, que a menudo se trasladan a Estados Unidos, donde les esperan mercados de capital más profundos y estrategias de salida mejores, en especial en forma de oferta pública inicial.
¿Cuál es la solución al estancamiento económico de Alemania? En nuestra opinión, el país debe abordar el desarrollo económico desde dos perspectivas: con la vista puesta en el exterior, impulsando la integración del mercado europeo, y con la vista puesta el interior, promoviendo la inversión a largo plazo centrada en el futuro.
Integración europea
Para reactivar el crecimiento, Alemania y los demás países europeos necesitan mercados integrados de gran envergadura que permitan a las empresas expandirse. Ningún país europeo puede, por sí solo, ser competitivo frente al gran mercado estadounidense o el chino, da lo mismo. Por esta razón, Alemania debe promover activamente una mayor integración europea de los mercados de bienes, servicios, capital y energía. En vez de reaccionar a los cambios en la política económica de Estados Unidos, Alemania y la Unión Europea deberían centrarse en sus puntos fuertes y coordinar sus planes para aumentar su fortaleza económica como mercado único integrado.
Aunque oficialmente no existen barreras al comercio en el mercado único, sí operan muchas barreras no comerciales. Entre ellas, destacan la complejidad o la pesadez de los trámites para obtener los permisos y licencias necesarios para vender bienes y servicios, o la falta de armonización tributaria. Estos obstáculos impiden que las empresas alemanas y de otros países europeos puedan expandirse y aprovechar las posibilidades que brinda un mercado único con casi 500 millones de consumidores. Las grandes prioridades de la Comisión Europea deberían ser eliminar todas las barreras al comercio de bienes y servicios y coordinar la armonización de las normativas nacionales.
Lo mismo ocurre con la energía. El desarrollo coordinado de los sistemas de electricidad nacionales conseguiría reducir sus costos e incrementar la eficiencia del comercio energético. Lo importante aquí también es adoptar una perspectiva europea y no centrarse exclusivamente en las necesidades de cada país. Una solución energética para Europa puede resultar mucho más eficiente y barata si todos los países cooperan y se coordinan.
Para poder financiar las cuantiosas inversiones necesarias en digitalización, defensa y transición verde, Alemania debe centrarse en construir mercados de capital más fuertes e integrados. En este sentido, es esencial que Alemania lidere las iniciativas para mejorar y armonizar los regímenes de insolvencia nacionales, para facilitar así la valoración de activos en los distintos países de la UE.
La Unión Europea, por su parte, debería reforzar y reformar la Autoridad Europea de Valores y Mercados. Una forma de aumentar el financiamiento con capital-riesgo a nivel europeo es canalizar recursos hacia el Fondo Europeo de Inversiones o la European Tech Champions Initiative. Asimismo, es preciso que los hogares alemanes conozcan las ventajas de invertir directamente en los mercados de capital. Un desplazamiento significativo de los instrumentos de ahorro —de las cuentas de ahorro a la inversión diversificada en bolsa— no solo haría aumentar los rendimientos, sino que también fomentaría la inversión a largo plazo.
Resolver la escasez de mano de obra
Con la vista puesta en el interior, es evidente que Alemania necesita ampliar considerablemente la fuerza de trabajo nacional, tanto a través de una mejora de la participación en la fuerza laboral como atrayendo a trabajadores de origen extranjero. Ofrecer servicios de guardería fiables y de calidad es fundamental para que las mujeres trabajen más horas; actualmente, aproximadamente la mitad están empleadas a tiempo parcial. Dar más incentivos a los ciudadanos de más edad para que sigan trabajando significa poner límites a la jubilación anticipada y vincular la edad normal de jubilación al incremento de la esperanza de vida. Acelerar los trámites de inmigración y ampliar el Reglamento de los Balcanes Occidentales —que facilita el acceso al mercado de trabajo a quienes tienen una oferta de empleo— a otros países permitiría atraer mano de obra extranjera más cualificada.
Alemania ha descuidado la inversión pública de futuro durante años, en particular en infraestructura, defensa y educación. El gobierno entrante reconoce la existencia de tales necesidades, y el Parlamento ha aprobado un paquete de financiamiento por el que se crea el fondo especial para infraestructura y no se aplica el “freno al endeudamiento” —el límite constitucional al endeudamiento público de Alemania— al gasto en defensa más allá del 1% del PIB. Este cambio de la regla fiscal es atrevido y genera fondos muy necesarios para poner al día la precaria infraestructura.
Sin embargo, no resuelve dos de los principales problemas. En primer lugar, la propuesta no aborda los errores de diseño del actual freno al endeudamiento. Uno de ellos es que no se prevén fases de transición. Después de un año de crisis, el freno al endeudamiento vuelve a aplicarse automáticamente, lo que podría sofocar una posible recuperación económica. La aplicación de un mecanismo más eficiente permitiría reducir el déficit estructural de forma gradual y ordenada. Otro de los fallos es que las normas actuales no tienen en cuenta la relación deuda/PIB en su conjunto, sino que aplican las mismas restricciones sin importar la sostenibilidad fiscal general.
El segundo problema es que la reforma no combate el sesgo político existente en favor de los beneficios a corto plazo para el electorado y en detrimento de las ganancias de largo plazo para las generaciones futuras. Si bien el fondo especial ha sido diseñado únicamente para dar cobertura a la inversión en infraestructura “adicional”, no está claro qué ocurrirá en la práctica. Además, redefinir qué constituye gasto en defensa puede generar espacio fiscal a corto plazo por su exclusión del freno al endeudamiento; de este modo, existiría el peligro de fomentar el gasto de consumo en detrimento de la reforma estructural. Si, a largo plazo, Alemania quiere realmente alcanzar la meta de gasto en defensa del 2% de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), este gasto debería financiarse con el presupuesto general.
En un sentido más amplio, el espacio fiscal disponible debe utilizarse de forma estratégica, dando prioridad a las inversiones de futuro que refuercen la competitividad a largo plazo, en vez de enmascarar las debilidades estructurales más profundas. De lo contrario, el estancamiento económico crónico está asegurado.
Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.