La eficaz transformación económica de Polonia puede servir de ejemplo a todo el continente

 

Europa está experimentando un despertar geopolítico que, además, reconfigurará el panorama económico del continente. ¿Reunirá la Unión Europea voluntad de cambio suficiente? La experiencia indica que la respuesta es sí.

En tiempos difíciles, debemos buscar en el pasado la inspiración para el presente. En este sentido, el caso de Polonia es ejemplar. Nuestro nivel de vida se ha multiplicado por 3,6, desde un ingreso per cápita de USD 13.100 en 1990 a uno de USD 47.100 en la actualidad, en valores reales. Todo indica que, este año, la tasa de crecimiento alcanzará el 4% en Polonia, y es una de las más dinámicas de las principales economías de la UE.  

Nuestro terremoto geopolítico se produjo en 1989, con la caída del comunismo, que permitió a los polacos recuperar la libertad. Sin embargo, la economía poscomunista tuvo que enfrentarse a la competitividad internacional. Las instalaciones industriales de titularidad estatal no eran eficientes y el ingreso per cápita registraba niveles trágicamente bajos; el desempleo y la inflación se dispararon. La situación socioeconómica era nefasta.

No obstante, con el paso de los años, Polonia ha ido avanzando de forma constante y notable para poder convertirse en país de ingreso alto. Su éxito es el resultado de implementar correctamente reformas sistémicas y estructurales, pero sobre todo, de la perseverancia y el gran esfuerzo de sus ciudadanos. Desde 1989, el PIB de Polonia se ha incrementado en un 220% en términos reales. La tasa de desempleo, que en la década de 1990 era de dos dígitos, se sitúa actualmente por debajo del 3% y es una de las más bajas de la UE.

La base del éxito

Si la reforma se logró fue porque nuestros ciudadanos estaban preparados y la sociedad estaba comprometida y deseaba el cambio. Polonia ha cultivado su talento con un sistema educativo sólido que sigue creciendo. Además de mantener la eficacia de la escuela primaria y secundaria, Polonia ha ampliado el sector de educación superior, que ahora comprende más de 350 universidades y otros centros de enseñanza superior. 

Polonia ocupa la 23.a posición en el Índice de Capital Humano del Banco Mundial, la 24.a en el de Penn World Tables y registra un desempeño superior a la media en el Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA, por su sigla en inglés), superando el promedio de la UE en todos estos indicadores. El sistema educativo proporciona especialistas al sector privado y brinda una fuerza laboral nueva y competente a las instituciones públicas.

El símbolo por excelencia de nuestra transformación es la adhesión a organizaciones internacionales como la Organización Mundial del Comercio, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos y, sobre todo, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea (UE). Con el ingreso en estas instituciones, Polonia se aseguró la integración en la comunidad transatlántica, lo que permitió atraer inversión y facilitó la transferencia de tecnología. En particular, la adhesión a la UE ha sido determinante para el desarrollo, ya que ha permitido al país cerrar brechas económicas al beneficiarse de las políticas de cohesión y del mercado único.

Maquinaria para la convergencia

El éxito de Polonia reside en la inversión y la expansión del mercado impulsada por las exportaciones. Su sólida posición en el seno de la comunidad occidental ha aumentado en gran medida su capacidad de atraer inversión extranjera directa. Entre 2004 y 2023, Polonia captó más de USD 310.000 millones en inversión extranjera, casi la mitad del total de los ocho países que se incorporaron a la UE en 2004. Las inversiones del exterior desempeñan una doble función: salvar la brecha de capital de Polonia y facilitar la transferencia de tecnología y la creación de empleo. 

La integración de Polonia en el mecanismo de convergencia de la UE demuestra la teoría de la ventaja comparativa. El acceso al mercado único ha permitido a nuestro país ampliar el comercio, especializarse y potenciar la eficiencia de forma significativa. Desde la adhesión a la UE, las exportaciones de bienes y servicios polacos se han multiplicado por casi 3,5. Asimismo, la sofisticación tecnológica ha mejorado de forma continua. Se ha consolidado la ventaja en bienes de tecnología intermedia y se ha generado un superávit continuo de exportaciones de servicios, impulsado en parte por los especialistas contratados por empresas nacionales de nueva creación y por multinacionales. Uno de nuestros principales grupos de reflexión sobre cuestiones económicas, el Instituto Económico de Polonia, estima que la integración europea ha generado un aumento del 40% del PIB del país, si se compara con el escenario hipotético en el cual Polonia no se habría incorporado a la UE.

La educación y la especialización también han estimulado el salto digital de Polonia. Hemos sido de los primeros en adoptar las últimas tecnologías e infraestructuras de red, como Internet de banda ancha. El sector financiero, que desarrolló sus sistemas informáticos con décadas de retraso respecto a otros países occidentales, ha dado el salto a las soluciones modernas sin las limitaciones de los sistemas heredados. El gobierno polaco ha tomado las riendas de la digitalización de los servicios públicos, y ya ofrece documentos de identidad digitales, declaraciones de impuestos automatizadas y otros servicios públicos en línea.

Lo más urgente para Europa son la desregulación y las economías de escala.
Nuevos desafíos

Mientras se va cerrando la brecha de ingreso, Polonia enfrenta nuevos desafíos: la transición energética, el desarrollo de los mercados de capital y el impulso a la sofisticación tecnológica. Asimismo, la invasión rusa de Ucrania nos obliga a aumentar la seguridad. Esto constituye un cambio fundamental con respecto a los últimos 30 años, en los que el crecimiento económico de Polonia se ha beneficiado del dividendo de la paz, al que hay que sumar la fortaleza interior del país. 

Mientras Polonia se convierte en potencia regional, su papel dentro de la UE también evoluciona, pasando de ser básicamente receptor neto de fondos comunitarios a asumir gradualmente una función financiera más importante dentro del presupuesto de la Unión, contribuyendo también de forma activa al funcionamiento del mercado único, a través del comercio. Hemos superado a China en cuanto mercado de exportación para productos alemanes y la industria polaca también suministra productos a toda Europa. Los problemas que enfrentan Polonia y la UE están cada vez más alineados. Tres de ellos merecen una atención especial: velar por que las rigideces en Europa no limiten el crecimiento económico, gestionar con prudencia la transición energética y seguir cooperando en los problemas de seguridad, para lo cual es esencial el gasto en defensa de Polonia, el más importante dentro de la OTAN en porcentaje del PIB.

Lo más urgente para Europa son la desregulación y las economías de escala. Como demuestra la impresionante trayectoria de las exportaciones polacas, el mercado único ha sido un éxito, pero sigue estando incompleto. En la UE, las principales barreras son autoimpuestas. Según estimaciones del FMI, las medidas no arancelarias dentro del mercado único equivalen a un arancel del 44% sobre los bienes industriales, y de un impactante 110% sobre los servicios. Sin un auténtico mercado único, las empresas europeas no pueden ampliarse, y las innovaciones de cosecha propia no trascienden fronteras. Hay que aprovechar este potencial.

Además, es esencial llevar a cabo correctamente la transición energética. La descarbonización es y seguirá siendo una prioridad. No obstante, es fundamental abordar la disparidad de los precios de la energía frente a Estados Unidos y China. Los precios de la electricidad y el gas que paga la industria europea llegan a triplicar los de sus cuatro principales socios comerciales. La transición energética es una necesidad ambiental, pero también una oportunidad económica; hay que tener en cuenta tanto los beneficios indirectos de un descenso de la contaminación como la ventaja competitiva de la cadena de valor de una industria limpia.

Por encima de todo, Europa está recuperando la confianza en el proyecto europeo. En la época de Adenauer, Schuman y De Gasperi, la integración europea fue una iniciativa que cambió el mundo. Este giro histórico fue posible gracias a líderes visionarios que fueron más allá de las limitaciones de la época y los intereses a corto plazo. Aun así, las dudas y la fragmentación de los últimos tiempos han ralentizado las iniciativas de integración. En la actualidad, los intereses localistas todavía paralizan iniciativas para profundizar en la integración. La investigación en tecnologías de vanguardia comparable a la que llevan a cabo la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) y la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) en Estados Unidos se ve dificultada por las dudas en torno al financiamiento conjunto. Las incongruencias entre las normativas de los distintos países siguen creando dificultades al sector privado.

Sin embargo, las cosas están cambiando. Tras su despertar geopolítico, Europa reconoce que es necesaria una nueva ola de integración económica y, con ella, una regulación inteligente y una simplificación de las leyes, para avivar así el espíritu de prosperidad que siempre ha caracterizado el estilo de vida europeo. Yo soy optimista. Una UE competitiva y segura no solo es posible, sino que está al alcance. La forma en la que mis compatriotas polacos se adaptaron a los cambios geopolíticos hace 35 años debería servirnos de inspiración a todos. Un cambio positivo importante es posible, incluso en tiempos de turbulencias mundiales. Los gobiernos de la UE están preparando la reactivación económica de Europa.

ANDRZEJ DOMAŃSKI es ministro de Hacienda de Polonia.

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.