La ministra de Hacienda de Indonesia, Sri Mulyani Indrawati, habla de geopolítica, reforma económica y de ser un modelo para las mujeres
En las dos últimas décadas, Indonesia ha experimentado una notable transformación. La nación del sudeste asiático —un extenso archipiélago de 270 millones de habitantes, que se extiende a lo largo de 5.300 km de este a oeste, aproximadamente la misma distancia que separa Londres de Kabul— ha cuadruplicado su PIB hasta alcanzar los USD 1,4 billones. La proporción de la población que vive con menos de USD 2,15 al día se ha reducido por diez, hasta situarse por debajo del 2%. En Yakarta, la capital, el ingreso medio es aproximadamente el mismo que en Polonia y no dista mucho del de Portugal.
Estas dos asombrosas décadas coinciden en gran medida con el mandato de Sri Mulyani Indrawati como ministra de Hacienda. Asumió el cargo por primera vez en 2005, durante la presidencia de Susilo Bambang Yudhoyono. Después de trabajar como directora gerente del Banco Mundial entre 2010 y 2016, regresó a Indonesia para convertirse en ministra de Hacienda del presidente Joko Widodo. En octubre volvió a asumir el cargo cuando entró en funciones Prabowo Subianto, el tercer presidente del país.
Sería exagerado afirmar que Indrawati, hija de profesores universitarios y doctorada en Economía en Estados Unidos, lideró esta transformación en solitario, pero su papel fue importante. En una etapa que abarca desde la crisis financiera mundial a la pandemia de COVID-19, ha guiado a Indonesia a través de los shocks económicos y ha sido una presencia estabilizadora para los inversionistas tanto nacionales como extranjeros. Reforzó las bases macroeconómicas del país, amplió la base tributaria y limitó los subsidios que minaban el presupuesto. En el Ministerio de Hacienda puso el listón alto y se deshizo de los haraganes y los corruptos.
Durante una visita a Washington en septiembre, Indrawati habló sobre la mayor economía del sudeste asiático y los retos a los que se enfrentan las economías de mercados emergentes.
F&D: Las divisiones geopolíticas se han agudizado y se habla de una nueva Guerra Fría, ¿le preocupan estos acontecimientos y cómo pueden afrontarlos países como Indonesia?
SMI: Lo de la tensión geopolítica no es algo nuevo. Tras la declaración de independencia de Indonesia en 1945 se vivió una época tensa caracterizada por conflictos entre colonialistas y anticolonialistas. Más tarde, nuestra región se vio arrastrada a la competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Como país recién independizado, Indonesia no quiso tomar partido. Por eso creamos el Movimiento de Países No Alineados hace 75 años.
Indonesia aboga por un orden mundial basado en la libertad, la paz y la justicia social: estos principios se recogen en nuestra Constitución. El mundo es un lugar mejor cuando los países cooperan. El FMI y el Banco Mundial se sustentan en la creencia de que la cooperación arroja mejores resultados para todos. Además, en los últimos 30 años, el mundo ha dado pasos importantes para reducir la pobreza, extender la prosperidad y abrirse a la globalización. Ahora, de repente, esas ideas —y las instituciones que las sustentaban y permitían a los países progresar juntos— se están poniendo en tela de juicio, y eso se está notando en Indonesia.
Sin embargo, Indonesia se encuentra actualmente en una posición más sólida para influir en los acontecimientos mundiales y actuar como mediadora entre las superpotencias. No es una tarea fácil si se tiene en cuenta la tendencia a adoptar políticas nacionalistas aislacionistas que no solo afectan al comercio entre Estados Unidos y China, sino también al comercio y la inversión en nuestra región. La fragmentación refleja a veces divisiones ideológicas difíciles de conciliar. No obstante, debido al tamaño de Indonesia y al liderazgo que ejerce entre las economías emergentes, podemos aportar soluciones constructivas, algo que se hizo muy evidente durante nuestra presidencia del G20 en 2022. Incluso después de la guerra en Ucrania, intentamos crear cooperación entre Estados Unidos y China y reforzar la plataforma de diálogo del G20, y creo que nuestros esfuerzos se apreciaron y fueron bien recibidos.
F&D: Indonesia es una de las economías más dinámicas del mundo, tras haber dado un sorprendente giro desde la crisis asiática e incluso la década de 2010, cuando se consideraba al país como una de las cinco economías "frágiles". ¿A qué se debe este logro?
SMI: El factor más importante fue la recuperación de la estabilidad macroeconómica y la credibilidad de la política macroeconómica. Creamos un banco central independiente y consolidamos la supervisión y el control del sector financiero. Hemos sido fiscalmente prudentes en términos de déficit presupuestario y relación deuda/PIB.
Creamos infraestructuras de mercado para volvernos más competitivos. Nos abrimos al comercio internacional. Más recientemente, hemos reformado nuestra legislación sobre inversiones. Todo esto lo hicimos durante la pandemia de COVID-19, cuando el mundo estaba sumido en una profunda crisis, que Indonesia aprovechó para impulsar aún más reformas.
También hemos invertido en infraestructuras —carreteras, puertos, electricidad, telecomunicaciones— para reducir las diferencias de competitividad con nuestros vecinos. Y también hemos invertido en capital humano. Hoy en día destinamos el 20% de nuestro presupuesto a la educación, y un nuevo fondo de becas ha pagado los estudios de 50.000 personas en las mejores universidades del mundo. No todo se puede financiar con dinero público, por supuesto. Por eso hemos forjado asociaciones público-privadas y seguimos mejorando nuestro clima empresarial y de inversión.
Cuando éramos uno de los cinco países "frágiles", arrastrábamos un déficit en cuenta corriente y un déficit fiscal primario importantes. Cualquier fluctuación de la moneda o de las tasas de interés podía desencadenar una crisis. Ahora nuestras cuentas registran superávits y el sector financiero es sólido. Hemos trabajado mucho para mejorar nuestra resiliencia económica. Hicimos un esfuerzo conjunto para dejar de ser una economía frágil; no ha sido una casualidad.
F&D: Indonesia es pionera en política industrial, sobre todo en sectores extractivos relacionados con las baterías de vehículos eléctricos. Algunos economistas opinan que las prohibiciones de exportación son proteccionistas. ¿Recomendaría esta estrategia a otras economías en desarrollo?
SMI: Indonesia es un país rico en recursos, pero nuestro déficit en cuenta corriente creó fragilidad. Necesitábamos más capital para construir cimientos más sólidos. Teníamos esos objetivos en mente cuando planteamos nuestra política de actividades de transformación. No es algo que hayamos hecho de un día al otro. En algunos casos, las negociaciones comenzaron en los años noventa.
Debemos crear más valor en el país. Sin embargo, no obligamos a las empresas a construir a toda costa y luego expropiamos su inversión. Ese no es el planteamiento de Indonesia. Estamos modernizando nuestras infraestructuras y mejorando nuestro clima de inversión mediante modificaciones en las leyes sobre competencia, trabajo y medio ambiente para crear un ecosistema atractivo. Ofrecemos a las empresas incentivos fiscales y de otros tipos para que sean competitivas. Al mismo tiempo, decimos a las empresas mineras que no pueden exportar minerales sin procesar y que deben construir fundiciones. Así ganamos todos. La economía de Indonesia se vuelve más resiliente y los inversionistas pueden obtener beneficios. Juntos nos hacemos más fuertes.
F&D: Como tecnócrata sin el respaldo de un gran partido político, ¿cómo impulsó reformas que, en ocasiones, fueron controvertidas?
SMI: El ímpetu político de Indonesia en favor de la democracia y la apertura era importante. Tras la crisis asiática, la población quería que el país progresara, dirigido por gobiernos responsables y transparentes, libres de corrupción. El deseo de la gente de mejorar el país es una fuerza poderosa a la que se debe saber dar respuesta, ya sea como político o tecnócrata.
Sin embargo, incluso con ese impulso político, no todo es fácil. Siempre hay grupos que buscan preservar el orden establecido que se resistirán si se sienten amenazados. Por eso es necesario convencer a la gente de lo que se propone, ya se trate de impuestos, subvenciones, empresas públicas o la reforma del propio Ministerio de Hacienda. Hay que convencer a los más escépticos, y yo no los evito: les tiendo la mano. Mediante el diálogo debemos conseguir que confíen en que el objetivo no es atacarlos, sino construir una Indonesia mejor para todos, incluidos ellos.
Debemos ser francos y admitir que la reforma no siempre será fácil. Debemos prever las dificultades y explicarlas. Aun así, siempre habrá opiniones diferentes sobre si debe adoptarse una determinada política y a quién beneficiará. Por ejemplo, algunas personas pueden verse perjudicadas por las alzas de precios. En esos casos, las reformas conllevan una labor muy detallada e intensiva. Hay que encarar esta tarea y entablar un diálogo. Al fin y al cabo, los políticos, los burócratas y los activistas de la sociedad civil también son seres humanos.
Recibo mucho apoyo político del público indonesio. Como ahora somos un país democrático con una prensa libre, me dirijo a los redactores jefe y a los periodistas y les explico lo que estoy haciendo y, a menudo, se convierten en aliados. Creen en la idea y en el objetivo, y eso se ha convertido en una importante fuerza política para contrarrestar a quienes se oponen a las reformas.
Creo que, si convences a la gente de que eres sincero en tu deseo de mejorar la situación del país y dejar de lado cualquier interés personal, confiarán en ti.
F&D: Usted es uno de los tres asesores externos de la iniciativa del FMI y el Banco Mundial sobre los 80 años de Bretton Woods. ¿Cómo pueden estas instituciones seguir siendo pertinentes para todos sus miembros?
Los recursos son importantes. ¿Tienen estas instituciones suficientes recursos humanos y de capital? ¿Disponen de los instrumentos adecuados para hacer frente a un amplio abanico de problemas? Esta cuestión es especialmente pertinente para el FMI, que solía centrarse en cuestiones muy concretas, como los tipos de cambio, el sistema monetario o la estabilidad financiera. Ahora también debe hacer frente al cambio climático, los desafíos demográficos, la tecnología digital y las redes de protección social. Esto dificulta el establecimiento de prioridades.
Mantener la cooperación internacional durante las próximas dos décadas será fundamental para que el centenario de Bretton Woods sea un éxito: una cooperación no solo entre los países miembros, sino también con otros actores mundiales, como los actores privados no estatales. Estas asociaciones se están imponiendo en materia de tecnología digital. El FMI y el Banco Mundial se basan en el carácter soberano de los países miembros, pero hay una concentración de capital y poder fuera de ese ámbito de soberanía. El desarrollo no puede depender únicamente del sector y de los fondos públicos. Es preciso crear una alianza catalizadora con el sector privado, que será fundamental para garantizar el éxito de las instituciones de Bretton Woods durante los próximos 20 años.
F&D: Se ha convertido en un modelo para las mujeres de Indonesia. ¿Cómo se siente al respecto?
SMI: Cuando me nombraron ministra de Hacienda en 2005 no había mujeres en los altos cargos del Ministerio. Ahora las hay, pero siguen siendo minoría. Soy consciente de que estoy en el punto de mira de la opinión pública y tengo la responsabilidad de estar a la altura de las expectativas, y eso es muy difícil. Requiere disciplina personal. La gente espera que hagas mucho bien. Sigo divirtiéndome: puedo cantar, puedo correr. Pero sé que siempre estoy bajo la lupa.
No es mi intención convertirme en un modelo a seguir, pero las mujeres me hacen muchas preguntas: ¿cómo puede hacer este trabajo? ¿Cómo puede conciliarlo con la vida familiar, entre otras cosas? A veces la gente encuentra motivación en las experiencias de los demás. Si puedo motivarlas para que sean más fuertes, me sentiré muy bien.
Esta entrevista ha sido editada para efectos de brevedad y claridad.
Exclusiva en líneaLas opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.