El FMI debe atender las necesidades de todos sus miembros y adaptarse a los desafíos emergentes

Durante más de ochenta años, el FMI se ha erigido como un pilar de la estabilidad macroeconómica y financiera mundial. El Fondo, cuyo origen se remonta a la conferencia de Bretton Woods, a la que asistieron 44 delegaciones, abarca actualmente 190 países miembros, con África como el mayor grupo regional, conformado por 54 miembros. Este crecimiento refleja una notable evolución desde el marco inicial, que se diseñó con la intención de respaldar el patrón oro de los tipos de cambio fijos. El colapso de ese sistema hace 50 años transformó la función del FMI, que pasó de promover los tipos de cambio fijos a abogar por un régimen cambiario flexible.

En respuesta a ese cambio, el FMI ha terminado convirtiéndose en una institución de financiamiento para el desarrollo. La cartera actual del Fondo asciende a USD 112.000 millones y abarca 90 países, lo que se traduce en algo más de USD 1.200 millones por prestatario. Si se excluye Argentina (USD 32.000 millones), esta cifra se reduce a USD 900 millones por prestatario, e incluso disminuye hasta los USD 700 millones si se omiten los tres prestatarios principales (a saber, Argentina, Egipto y Ucrania), que representan el 46 % de la cartera.

De celebrarse hoy en día una conferencia similar a la de Bretton Woods, esta versaría, con toda probabilidad, sobre los desafíos interconectados del desarrollo y el cambio climático. En las últimas conferencias mundiales, como la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la cumbre climática de la COP28, se pusieron de relieve las deficiencias en dar respuesta a esos desafíos, las cuales obedecen, principalmente, a la falta de fondos y a la disfuncionalidad del sistema financiero.

Un motor fundamental

El Sur Global va a ser el motor fundamental del crecimiento económico mundial en el futuro. En efecto, se espera que África subsahariana duplique la proporción de trabajadores que aporta a la fuerza de trabajo mundial, que ascenderá del 13% actual al 25% para 2050. Para aprovechar ese potencial, será necesario reformar el sistema financiero multilateral con vistas a que responda mejor a las realidades actuales, como la intensificación de la vulnerabilidad climática y la fragilidad económica a causa de las perturbaciones mundiales.

En África oriental y el Cuerno de África apenas estamos comenzando a recuperarnos tras cuatro temporadas de sequía, la peor de los últimos 50 años, que ha ocasionado una pérdida estimada de 9,5 millones de cabezas de ganado (2,4 millones solo en Kenya). En la actualidad, estamos haciendo frente a inundaciones catastróficas, las más graves desde la llegada de El Niño en 1997. Estas inundaciones ya han cobrado más de 250 vidas en Kenya, Tanzanía y Burundi, han desplazado a miles de personas y han dañado gravemente las propiedades, los cultivos y la infraestructura.

En mis encuentros recientes con funcionarios internacionales, se alcanzó un consenso en torno a cuatro esferas principales de la reforma del FMI, a saber: los instrumentos crediticios, la emisión de derechos especiales de giro (DEG), la mitigación de las tensiones causadas por el sobreendeudamiento y las reformas de la gobernanza.

Instrumentos crediticios: Existe un amplio consenso en torno a la necesidad de desvincular los préstamos de los sistemas de cuotas. La "política de acceso excepcional" en vigor no solo se antoja restrictiva, sino que también impone recargos punitivos que reflejan un sistema obsoleto. Los desafíos económicos actuales, como los desastres provocados por el clima y las pandemias, exigen recalibrar los instrumentos financieros para permitir una respuesta más flexible frente a esas perturbaciones. Personalmente, abogo por desagregar los instrumentos crediticios para que cada uno de ellos se rija por sus propios criterios de elegibilidad pertinentes y se adecúe a las correspondientes intervenciones gubernamentales para responder a necesidades específicas, a diferencia de la situación actual en la que todos los instrumentos están vinculados al programa macroeconómico estándar del FMI.

A modo de ejemplo, cabe citar el Servicio de Resiliencia y Sostenibilidad (SRS). El SRS representa una aplaudida innovación que reconoce la vulnerabilidad frente al cambio climático como un factor causante de la fragilidad económica. No obstante, para poder acceder a este servicio de resiliencia, es necesario que ya se esté ejecutando un programa del FMI en el país. Esto supone un obstáculo para los países vulnerables al clima que cuentan con una gestión económica sólida y desean acceder al servicio para aumentar su resiliencia.

Derechos especiales de giro: La emisión de DEG sigue siendo una herramienta fundamental para gestionar las crisis. No obstante, las recientes asignaciones ponen de relieve la necesidad de reforma, ya que los países de ingreso bajo —que en su mayoría carecen de una red de seguridad financiera— apenas recibieron el 2,4% de la asignación en 2021. El continente africano, en su conjunto, tan solo recibió el 5,2%. En cambio, las economías desarrolladas —que no precisan apoyo financiero— recibieron el 64%. Las naciones más ricas han prometido destinar USD 100.000 millones en DEG en apoyo a los países vulnerables. Si bien esas promesas de contribución han aumentado la capacidad del FMI y han servido como capital inicial para el SRS, el lento despliegue de estos fondos pone de relieve la poca eficiencia de las prácticas en vigor.

 

Los actuales derechos de voto en las instituciones financieras internacionales no reflejan la realidad económica y demográfica de hoy en día.

Tensiones causadas por el sobreendeudamiento: El mundo en desarrollo se enfrenta a una crisis de la deuda que recuerda las condiciones que llevaron a crear la Iniciativa del FMI y el Banco Mundial para los Países Pobres Muy Endeudados a mediados de la década de 1990. En el último informe publicado por el Banco Mundial sobre la deuda internacional se confirma este pronóstico, ya que las cesaciones de pagos soberanos en 10 países en los últimos tres años superan el total registrado en los dos decenios anteriores. Además, se han multiplicado por 10 las economías de mercados emergentes con diferenciales de rendimiento de los bonos en situación de sobreendeudamiento (1.000 puntos básicos o más sobre los bonos comparables del Tesoro de Estados Unidos), pues han pasado de 2 a 20 desde 2020. En vista de los desafíos ligados al servicio de la deuda, que se ven agravados por el aumento de los tipos de interés, urge diseñar programas amplios de refinanciamiento de la deuda, similares a la respuesta que se brindó en el marco del Plan Brady a la crisis de deuda ocurrida en América Latina en la década de 1980, con miras a ofrecer alivio y favorecer el desarrollo sostenible.

Reforma de la gobernanza: La gobernanza económica mundial ha quedado a la zaga tras el auge económico del Sur Global, entre otros cambios geopolíticos. Los actuales derechos de voto en las instituciones financieras internacionales no reflejan la realidad económica y demográfica de hoy en día, sobre todo las importantes contribuciones del Sur Global, que en la actualidad representa la mitad del PIB mundial y el 80% de la población mundial. Los principios de gobernanza institucional apuntan a la necesidad de una representación más equitativa y una mayor independencia en los procesos de adopción de decisiones.

La relevancia del FMI en el futuro dependerá de su capacidad para adaptarse a los nuevos desafíos y atender las necesidades del conjunto de sus miembros. Aunque el camino a seguir comprenda una importante reforma, si actuamos de manera cooperativa y concertada lograremos que el FMI siga siendo una piedra angular de la estabilidad mundial para las generaciones venideras. 

William Ruto

WILLIAM RUTO es el presidente de Kenya.

 

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.