El programa destinado a mejorar el funcionamiento del FMI consta de cuatro elementos esenciales

La decisión de poner en marcha el Fondo Monetario Internacional, que se tomó hace 80 años en Bretton Woods, Nuevo Hampshire, denotaba más determinación que optimismo. Los países representados en esa importante conferencia querían que el mundo de posguerra que imaginaban fuera totalmente diferente al que precedió a la catástrofe.

Esto difería en gran medida de las aspiraciones de 1918, cuando el principal objetivo, como señaló John Maynard Keynes en una carta escrita en 1942, era retroceder a 1914. En 1944, nadie quería retroceder a 1939. Todos coincidían en que la siguiente era debía ser muy diferente, y lo ha sido. El mundo ha disfrutado de un destacado progreso durante los últimos 80 años, y el FMI ha contribuido sobremanera a ello.

De todas maneras, es probable que el mundo en el que trabaja actualmente el FMI sea el más complicado desde su fundación. En un artículo publicado en Finanzas y Desarrollo en 2019, con motivo del 75.º aniversario del FMI, señalé ocho características cruciales de este mundo cambiante: un gran desplazamiento del poder económico y político relativo de los países de ingreso alto de larga trayectoria hacia las economías de mercados emergentes, especialmente China; una creciente rivalidad entre Estados Unidos y una China en ascenso; un aumento de la política populista, incluso en las democracias establecidas; las reacciones contra la noción de globalización; las nuevas tecnologías transformadoras, especialmente Internet y, más recientemente, la inteligencia artificial; la fragilidad financiera generalizada, sobre todo el aumento de la deuda pública en relación con el PIB en gran parte del mundo; un largo período de estancamiento secular, caracterizado por políticas monetarias ultra expansivas y baja inflación; y, por último, la creciente prominencia del cambio climático.

 

Las fisuras en los fundamentos de la cooperación mundial son más profundas, la presión sobre las instituciones mundiales es mayor y los resultados económicos a largo plazo han empeorado.

En los cinco años que han transcurrido desde ese artículo, el mundo ha sufrido una serie de shocks, en particular la pandemia, la guerra de Rusia en Ucrania y la guerra entre Israel y Hamás. El estancamiento secular es la única tendencia que parece haber mejorado, en parte gracias a esos shocks, pero los aumentos bruscos de la inflación y las tasas de interés han ocupado su lugar. Las fisuras en los fundamentos de la cooperación mundial son más profundas, la presión sobre las instituciones mundiales es mayor y los resultados económicos a largo plazo han empeorado.

Gran parte de la atención del FMI se ha centrado inevitablemente en apagar incendios durante los últimos cinco años, como en el decenio precedente. Según Kristalina Georgieva, Directora Gerente: “Solo desde la pandemia hemos suministrado aproximadamente USD 1 billón en liquidez y financiamiento a nuestros 190 países miembros”. Se han introducido nuevos mecanismos de préstamo, en particular el Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad en vigor desde octubre de 2022 y se financia con préstamos de carácter voluntario y de largo plazo concedidos por miembros con posiciones externas sólidas, incluidos los que desean canalizar parte de sus derechos especiales de giro en beneficio de los miembros de ingreso bajo e ingreso mediano más vulnerables.

Es igual de importante la vigilancia que ejerce el FMI sobre los distintos países y la economía mundial. Un aspecto destacado fue la propuesta de Ruchir Agarwal y Gita Gopinath para poner fin a la pandemia de COVID-19, que se publicó en mayo de 2021. Otro, fue la decisión de señalar los costos económicos de las reacciones contra la globalización. También se mostró escepticismo por las prisas en adoptar más activamente políticas industriales. El FMI también ha señalado acertadamente los peligros de políticas fiscales demasiado laxas.

De todas maneras, ninguno de estos esfuerzos, por sensatos que sean, han sido suficientes. Bretton Woods pretendía situar el mundo en una senda de cooperación, integración económica y desarrollo económico acelerado. Tras la caída de la Unión Soviética en 1991, parecía que esa sería la senda que el mundo seguiría, pero ya no es así. Se necesitan cambios fundamentales para renovar las esperanzas en un mundo mejor. La responsabilidad no recae en el FMI ni en las demás instituciones financieras internacionales (IFI), sino en sus líderes, especialmente de los países de ingreso alto dominantes durante mucho tiempo.

Como señalan Lawrence Summers, de Harvard, y N. K. Singh, expresidente de la 15.ª Comisión de Finanzas de India, en un artículo de abril de 2024 para Project Syndicate: “El aumento de las tasas de interés ha dejado a los países en desarrollo destruidos por la deuda, y la mitad de las economías más pobres no han recuperado la posición que ocupaban antes de la pandemia. El crecimiento es débil en un gran número de países del mundo, y la inflación se mantiene persistentemente alta. Y, mientras tanto, la temperatura sigue subiendo”.

El programa para que el FMI y el universo más amplio de las IFI funcionen mejor tiene cuatro elementos vitales. Será difícil conseguirlos, pero ya no hay tiempo para medias tintas.

En primer lugar, hay que mejorar radicalmente la gestión de los sobreendeudamientos inservibles. La necesidad de coordinar a los prestamistas oficiales tradicionales organizados en el Club de París, las instituciones chinas y los prestamistas privados, plantea nuevas dificultades. Existe un amplio consenso con respecto a que el Marco Común del Grupo de los 20 para el tratamiento de la deuda no basta para ayudar a los países pobres. ¿Cómo va a ayudar si, como señalan Summers y Singh, debido al aumento de las tasas de interés y a los reembolsos de bonos y préstamos, casi USD 200.000 millones salieron de los países en desarrollo hacia acreedores privados en 2023, eclipsando por completo el creciente financiamiento de las IFI? Los países pobres del mundo no pueden gestionar los riesgos que impone el aumento de las tasas de interés en los países de ingreso alto. Como señaló acertadamente en 2002 Anne O. Krueger, antigua Primera Subdirectora Gerente del FMI, el mundo necesita un mecanismo de reestructuración de la deuda soberana. Lo necesitaba entonces y más aún hoy.

En segundo lugar, hacen falta muchos más recursos. Solo así, el FMI y otras IFI podrán ofrecer el tan urgentemente necesario seguro frente a shocks, así como desempeñar su función catalizadora indispensable para financiar el desarrollo y suministrar bienes públicos mundiales esenciales, en particular un entorno estable. El papel del FMI consiste, ante todo, en proporcionar financiamiento de respaldo, aunque necesita muchos más recursos para poder hacerlo.

En tercer lugar, el poder de voto debe reflejar la magnitud de los cambios en el equilibrio de la influencia económica mundial de los últimos cuatro decenios. De lo contrario, el FMI y otras IFI no serán las instituciones mundiales que el mundo necesita. Actualmente, la cuota de Japón en el FMI es mayor que la de China, y la del Reino Unido, mayor que la de India. Es posible sostener que la posesión de una moneda convertible justifica el excesivo peso de los países de ingreso alto. De todas maneras, este grado de desequilibrio destruye la legitimidad de la institución.

Por último, la vieja costumbre de un director gerente del FMI europeo y un presidente del Banco Mundial estadounidense debe dejarse atrás para buscar al mejor candidato posible de cualquier parte del mundo.

Analizando el mundo actual, nadie puede dudar de la magnitud de los desafíos que tenemos por delante. Preservar la eficacia de las instituciones mundiales va a ser sumamente duro. En un momento en el que las tensiones del mundo se agravan, reactivar la necesaria cooperación puede parecer incluso una esperanza vana. Sin embargo, es la única manera de evitar que el mundo empeore en los próximos cinco años.

Martin Wolf

Martin Wolf es analista económico principal del Financial Times.

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.