Prakash Loungani traza una semblanza del profesor de Berkeley Gabriel Zucman, firme defensor de que los más ricos paguen más impuestos
En 2012, el famoso actor francés Gérard Depardieu trasladó su domicilio a la vecina Bélgica para evitar pagar un considerable recargo sobre los ingresos superiores al millón de euros. La facilidad con la que Depardieu eludió el pago de impuestos fue noticia en todo el mundo. Un joven economista francés llamado Gabriel Zucman siguió el caso con gran interés, puesto que acababa de escribir una tesis para la maestría que cursaba en la Escuela de Economía de París (PSE) sobre cómo las tasas impositivas afectan la fuga de los ultrarricos.
Años después, en julio de 2024, el Grupo de los Veinte (G20) debatió una propuesta para establecer un impuesto mínimo mundial para las 3.000 personas del planeta con patrimonios de más de 1.000 millones, o milmillonarios. La idea era que la coordinación entre países garantizaría que los ultrarricos no pudieran hacer como Depardieu y marcharse a otro país. El informe para la propuesta del G20 lo redactó Gabriel Zucman, todavía un economista joven a sus 37 años.
En los menos de 20 años transcurridos desde su tesis de maestría, Zucman se ha consolidado como uno de los principales expertos mundiales en la medición del ingreso y la riqueza, y en cómo —y cuánto— debe gravarse a las personas y las empresas con patrimonios muy elevados. “Tenemos que corregir los errores que hemos cometido en la tributación de los ultrarricos, no podemos rendirnos y dejar que sigan beneficiándose a costa del resto”, dijo Zucman a F&D.
Trauma político
Zucman, hijo de médicos, se crio en un entorno acomodado en París y se formó en centros educativos de prestigio. ¿Qué convirtió a este vástago de los acaudalados en su azote? Uno de los motivos fueron las elecciones de 2002 en Francia, en las que el ultraderechista Jean-Marie Le Pen llegó a la segunda vuelta de las presidenciales; Zucman lo describe como el “acontecimiento político traumático de mi juventud”. Consternado por las opiniones y las propuestas de políticas públicas de Le Pen, afirma que su pensamiento político se vio influido por su deseo de "evitar que este desastre vuelva a producirse".
Demostrando ya entonces el empuje que caracterizaría a su carrera, en 2006 Zucman lanzó una revista para ayudar a los “economistas a entablar un diálogo con otras ciencias sociales, como la ciencia política y la sociología, y a conectar su trabajo con el debate en materia de políticas públicas”. Regards croisés sur l’économie, que todavía se publica, ha ayudado a documentar el debate sobre fiscalidad y otras cuestiones tanto en Francia como en el resto del mundo.
En 2008, Zucman terminó su tesis de maestría en la PSE sobre la evasión de los impuestos al patrimonio en Francia, supervisada por el afamado economista Thomas Piketty. No tenía claro si quería seguir estudiando, así que empezó a trabajar en una empresa francesa de corretaje de valores, Exane, justamente el mismo día en que quebró Lehman Brothers. Su experiencia en el sector financiero, en el que trabajó con datos que revelaban enormes flujos de capital internacionales hacia jurisdicciones pequeñas, despertó su interés por los paraísos fiscales. “Darme cuenta de la magnitud de la riqueza extraterritorial y del alcance de la evasión de impuestos me radicalizó”, explicó Zucman a F&D. También lo convenció de que para analizar datos y cuestiones de política económica hacía falta una sólida formación en Economía, así que volvió a la PSE y para 2013 ya había terminado su tesis doctoral, de nuevo con Piketty como supervisor.
Sin embargo, la tesis doctoral de Zucman no encajaba en el patrón de una tesis en Economía tradicional, según Emmanuel Saez, profesor de Berkeley y mentor y colaborador habitual de Zucman. Dos de sus capítulos se dedicaban a medir la riqueza oculta en paraísos fiscales y a encontrar la mejor forma de luchar contra esa evasión de impuestos. En un tercer capítulo, escrito conjuntamente con Piketty, se construían nuevas series históricas de renta del capital y la riqueza para muchos países. Como explica Saez, este capítulo sería luego la columna vertebral de El capital en el siglo XXI, el best seller que Piketty publicó en 2014.
Estos dos temas —medir la evasión fiscal y la riqueza de las grandes fortunas— fueron fundamentales en la mayor parte de su obra posterior. Lo que hace que Zucman destaque es que combina la atención a las nuevas fuentes de datos con "una gran preocupación por la perspectiva global", afirma Piketty.
La riqueza oculta de las naciones
En 1975, cuando la librería de la revista The Economist en Londres puso a la venta por primera vez un libro titulado Tax Havens and Their Uses (Paraísos fiscales y sus usos), de Caroline Doggart, se formó una fila de varias manzanas de clientes deseosos de comprarlo. No sorprende que esto ocurriera en una época en la que en las revistas de los aviones se encontraban anuncios de asesores fiscales que ofrecían diversos sistemas para evadir impuestos. Esta actitud tolerante hacia la evasión fiscal empezó a cambiar en la década de 1990, cuando los países se dieron cuenta de que estaban perdiendo recaudación tributaria en favor de centros financieros que atraían la riqueza de los más acaudalados, cuyas actividades no estaban sujetas a un control exhaustivo.
Incluso tras ese cambio de actitud, determinar la magnitud de la riqueza oculta en paraísos fiscales resultaba complicado. Los capítulos de la tesis de 2013 de Zucman se encuadran en las iniciativas pioneras que durante la década de 2010 trataron de corregir esta "abrumadora" falta de datos, según Gian Maria Milesi-Ferretti de la Institución Brookings. El aumento del escrutinio llevó a algunos centros financieros a publicar información sobre los depósitos bancarios propiedad de extranjeros procedentes de varios países. En un artículo de 2018, Zucman y sus coautores aprovecharon estos datos para proporcionar algunas estimaciones sobre las disparidades entre naciones en cuanto a la riqueza oculta en paraísos fiscales. En los países escandinavos, la riqueza extraterritorial ascendía a un porcentaje muy pequeño de su ingreso, pero la cifra aumentaba hasta el 15% en el caso de Europa continental y hasta el 60% en Rusia, los países del Golfo y algunos países de América Latina.
El siguiente descubrimiento importante de Zucman se produjo gracias a las filtraciones de datos —los Papeles de Panamá y las filtraciones de documentos de la filial suiza del HSBC— y al resultado de amnistías fiscales. Fusionando esta información con los registros tributarios de los países, Zucman y sus coautores lograron demostrar, en un artículo de 2019, lo que todo el mundo sospechaba: que las personas con riqueza extraterritorial eran los ultrarricos de cada país. Sus estimaciones, relativas a los países escandinavos, determinaron que el 90% de la riqueza offshore pertenecía a personas englobadas en el 1% superior de la distribución del ingreso; el 0,01% más rico poseía el 50% del total de la riqueza extraterritorial. Zucman también ha observado en sus trabajos que las grandes fortunas evaden impuestos mucho más de lo que indican las auditorías convencionales. En los países escandinavos, el 0,01% más rico evade aproximadamente el 25% de sus impuestos, frente al 5% que detectan las auditorías.
La riqueza oculta de las empresas
Las personas acaudaladas no son las únicas que intentan evadir impuestos; también lo hacen las empresas ricas. Como los milmillonarios que se mudan a otro país, las empresas multinacionales pueden declarar beneficios en jurisdicciones con niveles bajos de imposición, lo que les permite reducir su carga tributaria total. Las multinacionales emplean complejas estrategias para esta evasión fiscal, lo que hace que resulte difícil rastrearla y estimar su magnitud. Pero el trabajo de Zucman “ha logrado importantes avances en la medición de parte de esta actividad de las multinacionales”, explicó Milesi-Ferretti a F&D.
Zucman ha mostrado que, en la década de 2010, las empresas multinacionales declararon en paraísos fiscales entre el 30% y el 40% de los beneficios que obtuvieron en el extranjero. Además, las multinacionales sostienen que sus operaciones en paraísos fiscales son mucho más rentables que las declaradas por las empresas locales en esos mismos lugares, y que, misteriosamente, esos elevados beneficios se generan con cantidades limitadas de capital y mano de obra. Por ejemplo, las multinacionales estadounidenses son capaces de generar la mitad de sus beneficios declarados en paraísos fiscales, pero solo el 10% de su masa salarial va a parar a trabajadores en esas economías.
Estos hallazgos empiezan a dejar al descubierto lo que la gente sospechaba desde hace mucho tiempo pero no podía demostrar: que los beneficios declarados en paraísos fiscales no son el resultado de actividades económicas reales de las multinacionales, sino ganancias no realizadas infladas. Gracias al trabajo de Zucman, las autoridades están admitiendo por fin que la "realidad de la competencia tributaria es que los países compiten por ser el centro financiero de las ganancias no realizadas", ha escrito Saez.
Es posible que las cosas estén empezando a cambiar. Países de todo el mundo, incluidos paraísos fiscales, han acordado normas comunes de declaración de la riqueza de sus clientes extranjeros a las autoridades tributarias de sus países de origen. Asimismo, en octubre de 2021, más de 130 países se adhirieron a una propuesta para establecer un impuesto mundial mínimo del 15% a las multinacionales, un logro "inspirado en parte por el trabajo de Gabriel", dijo Saez a F&D.
Acumulación en las manos de los más ricos
La otra línea principal de investigación de Zucman, que parte del tercer capítulo de su tesis, es la medición del ingreso y la riqueza que acumulan los más ricos. Junto con Piketty, Zucman ha estimado que el porcentaje del ingreso estadounidense que va a parar al 1% de hogares más acaudalados se ha duplicado, pasando de menos del 10% en la década de 1970 al 20% en la actualidad. Y desde 1980, la mitad menos rica de la población estadounidense prácticamente no ha experimentado ningún incremento del ingreso ajustado por inflación, aunque los grupos de ingreso bajo sí se han beneficiado de un aumento de la ayuda en especie, como Medicaid. La desigualdad del ingreso también se refleja en una mayor concentración de la riqueza. Saez y Zucman han constatado que el porcentaje de riqueza que acumula el 1% más rico de los hogares estadounidenses ha aumentado desde aproximadamente el 25% en 1980 hasta cerca del 40% en los últimos años.
El trabajo de Zucman desmiente la corriente económica dominante, que se centra en la eficiencia —aumentar el tamaño del pastel— y no en la equidad —preocuparse por el tamaño de los trozos que corresponden a las distintas personas—. El pensamiento económico tradicional sostiene que el mercado recompensa a cada persona en función de su contribución. Alterar esa distribución es injusto y contraproducente: se corre el riesgo de desincentivar el esfuerzo y el espíritu empresarial, reduciendo el tamaño del trozo de pastel para todo el mundo, ricos y pobres.
Zucman tiene un punto de vista muy distinto. “Nadie se hace multimillonario sin apoyo público y sin la contribución de la sociedad”, sostiene. La decisión sobre cuántos impuestos deben pagar los ricos debería “ser tomada por la sociedad de manera democrática”. También señala que los planes de gravar a los ultrarricos que se contemplan seriamente son bastante modestos y es poco probable que desincentiven el esfuerzo. “Si se ponen en práctica, los milmillonarios tendrán que pagar el mismo porcentaje de su ingreso que los profesores y los bomberos; no se puede decir que eso sea punitivo”.
Acritud y premios
Dado lo mucho que se aleja de la norma, no resulta sorprendente que el trabajo de Zucman haya sido objeto de numerosas críticas. En 2019, dos economistas del Tesoro estadounidense afirmaron que la cuota del ingreso correspondiente al 1% más rico apenas había cambiado desde la década de 1960, en lugar de crecer de manera acusada como sostenía Zucman. El desacuerdo se centra en las hipótesis utilizadas para asignar el ingreso "no observado" (la diferencia entre el ingreso nacional y el ingreso observable en las declaraciones tributarias), buena parte del cual corresponde a ingresos empresariales y rentas del capital no gravados. Zucman y sus coautores han defendido sus hipótesis, afirmando que son los autores del Tesoro quienes "asignan erróneamente una cantidad elevada y creciente de ingresos empresariales y rentas del capital no gravados a la parte baja de la distribución".
Las estimaciones de Zucman de la concentración de la riqueza en los Estados Unidos también han generado controversia. En 2018, la candidata a la presidencia Elizabeth Warren se basó en ellas para afirmar que el impuesto al patrimonio que proponía recaudaría USD 2,75 billones en el plazo de una década, pagados por las 75.000 familias estadounidenses más acaudaladas (menos del 0,1% de la población). El ex secretario del Tesoro Larry Summers escribió un artículo de opinión en el Washington Post en el que sostenía que las estimaciones de recaudación se habían exagerado mucho. Zucman y su coautor Saez han defendido su posición, afirmando que sus estimaciones de concentración de la riqueza “no han sido puestas en tela de juicio” por Summers; “la diferencia de opinión estriba en el alcance de la elusión fiscal” de un impuesto al patrimonio de los más ricos.
En junio de 2019, las controversias suscitadas fueron suficientes para que el rector de Harvard vetara la decisión de la Escuela de Administración Pública Kennedy de su universidad de contratar a Zucman. Pese a su crítico artículo de opinión, Summers "considera que Zucman tiene mucho talento y fue uno de los economistas que defendieron enérgicamente su contratación en Harvard", según el New York Times. El propio Zucman minimizó la importancia de la decisión de Harvard y afirmó que "no debería disuadir a los investigadores jóvenes [...] de defender públicamente ideas nuevas".
Desde entonces, la profesión también ha expresado muy claramente su parecer sobre el valor del trabajo de Zucman. En 2018, ya había sido galardonado con el premio más importante que Francia concede a jóvenes economistas. En 2023, recibió la medalla John Bates Clark, el mayor galardón de la profesión después del Premio Nobel. Esta medalla se entrega a jóvenes economistas y con frecuencia predice la concesión del Nobel. Saez, que también fue galardonado con la medalla Clark, dice que Zucman ha mostrado un camino a los economistas: "una labor de medición meticulosa que no se casa con ninguna teoría específica. Ha sido una inspiración para que muchos investigadores jóvenes sigan sus pasos".
Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.