La reforma de los acuerdos de préstamo de los países de ingreso mediano sigue pendiente
Al tener en cuenta los desafíos económicos y de desarrollo que afrontan las economías en desarrollo ante una crisis climática, la mayoría de las personas tienden a considerar la deuda como un factor que complica la situación, en el mejor de los casos, y como el origen de muchos de nuestros problemas, en el peor de ellos. Existen razones de peso para esto. El aumento de la deuda pública en el mundo en desarrollo, y el aumento del gasto en intereses, está desviando fondos públicos de programas sanitarios y educativos ya insuficientemente financiados. Esto amenaza con sumir a más países en el sobreendeudamiento y a más personas, en la pobreza.
En cualquier caso, no cabe duda de que la deuda seguirá siendo un componente esencial del financiamiento que necesitan las economías en desarrollo para satisfacer sus objetivos de desarrollo sostenible —especialmente la resiliencia climática— y, en términos más generales, aprovechar su potencial de desarrollo económico. El desafío reside, por tanto, en "mejorar" la concesión y obtención de préstamos. ¿Qué significa esto?
Sin duda, esto es garantizar que la deuda pública se base en una disciplina fiscal sostenida, pero también supone evitar que el endeudamiento llegue a niveles probablemente insostenibles. Si bien la sostenibilidad general de la deuda viene determinada por múltiples factores, la experiencia nos enseña que la tasa de crecimiento económico es el principal impulsor de la dinámica de la deuda. Hay una regla sencilla que nos ayuda a determinar si es probable que las condiciones de un nuevo endeudamiento resultarán ser insostenibles a lo largo del tiempo, al menos con respecto al costo: si las tasas de interés superan la tasa de crecimiento nominal futuro no pueden considerarse sostenibles. A mayor cantidad de tasas como estas en una cartera de deuda pública, mayor será la probabilidad de tensiones por sobreendeudamiento soberano en el futuro.
Un marco defectuoso
Aunque se ha hecho mucho hincapié en las elevadísimas tasas de interés que pagan algunas economías en desarrollo por sus emisiones de eurobonos desde principios de 2024, el problema de costos de endeudamiento insosteniblemente altos también es evidente en los préstamos que concede el sector oficial. De hecho, la reciente subida de las tasas de interés mundiales ha puesto de manifiesto los defectos del marco de concesión de préstamos del FMI para los países de ingreso mediano, que ya no favorece la sostenibilidad de la deuda. Necesita una reforma urgente.
Empecemos por el asunto central de los costos. A principios del milenio, se introdujeron sobretasas en todos los préstamos del FMI a países de ingreso mediano a través de la Cuenta de Recursos Generales (CRG), que abarca el Acuerdo Stand-By (ASB), el Servicio Ampliado del FMI (SAF) y el Instrumento de Financiamiento Rápido (IFR). La estructura de las sobretasas comprende una sobretasa basada en el nivel de uso de recursos del 2% del monto pendiente de los préstamos obtenidos a través de la CRG que supera el 187,5% de la cuota y una sobretasa adicional basada en el plazo de uso de los recursos del 1% de la parte del crédito del CRG por encima del 187,5% de la cuota y que está pendiente durante más de 36 meses (o 51 meses en el caso del SAF).
El FMI introdujo estas sobretasas cuando intentaba apagar las llamas de las primeras crisis de la deuda de los mercados emergentes, incluso quemando su propio capital. El objetivo subyacente de las nuevas sobretasas era disuadir el agotamiento de los recursos del FMI en préstamos cuantiosos y prolongados, especialmente entre los prestatarios soberanos de los mercados emergentes de mayor calificación. Las sobretasas cumplieron su función, y esos países recuperaron rápidamente la calificación de grado de inversión tras la crisis. Años después, el planteamiento volvió a funcionar correctamente: los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) que se habían visto obligados a tomar préstamos del Fondo durante la crisis financiera mundial pudieron pagar anticipadamente sus obligaciones con el FMI cuando los problemas más graves de inestabilidad habían remitido gracias a los mercados de capitales internos.
Sin embargo, el mundo ha cambiado radicalmente en los últimos 25 años. Para empezar, el FMI ha pasado de contar con saldos precautorios de USD 6.200 millones en abril de 1999 a aproximadamente USD 33.000 millones en abril de 2024. También ha logrado dar un giro muy necesario y ampliar gradualmente su papel de prestamista de último recurso para convertirse en socio de algunos de los países más pobres y frágiles del mundo cuando su acceso a la liquidez se ha visto gravemente comprometido.
El volumen de los préstamos del FMI también ha aumentado. De hecho, el 187,5% de la cuota ya no es un gran problema: en abril de este año, 21 países de ingreso mediano habían obtenido préstamos del Fondo por encima de ese umbral. En comparación con hace un decenio, el ingreso per cápita medio de los países con el SAF activo se ha dividido en cuatro.
Sin embargo, el régimen de sobretasas del Fondo no ha variado y ha expuesto a los prestatarios soberanos frágiles al impacto total del aumento de las tasas de interés mundiales, a pesar de que el FMI ahora está bien capitalizado y no depende del endeudamiento en los mercados para financiar sus acuerdos de préstamo.
Régimen de sobretasas
En junio de este año, la tasa de interés mínima global pagadera por los desembolsos de la CRG (que abarca los desembolsos del ASB, el SAF y el IFR) había aumentado hasta el 5,1% anual, y los soberanos pagaban un 7,1% sobre la parte de sus giros que superaban el 187,5% de la cuota. Las obligaciones de la CRG pendientes durante tres o más años (o cuatro en el caso del SAF, a menos de la mitad de su vencimiento final) ahora tienen una tasa de interés histórica del 8,1%. El FMI no puede alegar que la sostenibilidad de la deuda sea un aspecto fundamental de sus programas de préstamo si sus propios préstamos a países de ingreso mediano no se pueden considerar sostenibles.
Este es un problema que el FMI debe afrontar. Incentivar a los prestatarios soberanos para que reembolsen al Fondo no es malo de por sí, pero sí lo es en un mundo en el que la mayoría de los prestatarios de la CRG no disponen de acceso fiable a fuentes alternativas de financiamiento sostenible. Hay que reformar el régimen de sobretasas del FMI con urgencia, ya sea mediante una revisión radical que incluya topes que tengan en cuenta el ciclo de las tasas de interés o, preferiblemente, suprimiéndolo por completo.
De todas maneras, los costos no son el único aspecto de los préstamos del FMI que necesita una reforma urgente; los plazos también. Tomemos como ejemplo el SAF, un instrumento concebido para hacer frente a los desequilibrios de la balanza de pagos causados por deficiencias estructurales en la economía. En general, se considera que llevar a cabo una reforma estructural es una tarea compleja que lleva tiempo aplicar y años en dar frutos. Sin embargo, en el SAF contamos con un instrumento de préstamo que se desembolsa en solo tres o cuatro años y debe reembolsarse en siete (sobre la base de una media ponderada). Un mecanismo tan limitado básicamente no es adecuado para favorecer una reforma estructural en un momento de "policrisis" y en vista de los efectos cada vez más devastadores de la crisis climática.
Programas eternos
No debería sorprendernos que muchos países de ingreso mediano se vean atrapados en programas eternos al tomar préstamos del FMI simplemente para devolver préstamos al FMI. No es bueno para los prestatarios soberanos, no es bueno para el FMI y tampoco es bueno para las personas a las que el FMI debe prestar servicios.
Han transcurrido 45 años desde la última reforma del SAF, en 1979. Desde hace mucho tiempo se necesitan nuevas ideas sobre el apoyo del FMI a los países de ingreso mediano por parte de los que sabemos son líderes y socios dedicados y capaces.
Por tanto, es una suerte que el FMI, bajo su actual dirección, haya demostrado en los últimos años su capacidad para pensar de forma renovada e innovadora, a menudo adelantándose a otras entidades. Así quedó patente con la rápida implantación del IFR y el Servicio de Crédito Rápido poco después de que estallara la pandemia y la posterior asignación de una cifra histórica en DEG equivalente a USD 650.000 millones. Más recientemente, hemos presenciado la introducción del Servicio de Resiliencia y Sostenibilidad, un mecanismo que se financia mediante la recanalización de una parte de los nuevos DEG y está diseñado para contribuir a financiar la resiliencia y la adaptación al clima de los países que ya cuentan con un acuerdo del FMI en los tramos superiores de crédito. Cabe señalar que este nuevo mecanismo tiene un vencimiento final de 20 años y no conlleva sobretasas.
Ante las múltiples crisis de principios del siglo XXI, los países de ingreso mediano necesitan acuerdos de préstamo adaptados a sus objetivos. Ha llegado el momento de que el FMI centre su atención en una reforma fundamental de los mecanismos de préstamo que tiene a disposición de los países de ingreso mediano
Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.