A pesar de las crisis gemelas de este siglo (la crisis financiera de 2008 y la pandemia mundial de 2020), vivimos en un mundo creado por los banqueros centrales de los años ochenta y noventa.
Fue en ese entonces cuando los economistas demostraron empíricamente la relación entre la independencia de los bancos centrales y la estabilidad de precios; políticos de toda orientación homenajearon la sabiduría de los banqueros centrales respecto a la estabilidad de los mercados, la diplomacia internacional, la reforma jubilatoria y la política fiscal; y los mercados se extasiaban ante cada última palabra que pronunciaban los banqueros centrales.
En su nuevo libro, Alan Blinder —el afamado economista y ex Vicepresidente de la Fed involucrado en la política fiscal y monetaria durante esa era dorada— celebra la sabiduría de los banqueros centrales, pero también destaca sus a veces inquietantes incursiones y excursiones en el mundo de la política fiscal.
Blinder escribe con el brío por el cual es merecidamente famoso. Abundan sus típicos apuntes parentéticos, como también fragmentos biográficos de los actores clave. Lo que es más importante, como corresponde a un economista involucrado en las políticas durante los últimos 40 años, el autor se enfoca con precisión en la manera en que la historia ha incidido en las cuestiones actuales de política. Este libro de historia escrito para nuestro tiempo mucho tiene que decir acerca de los conflictos fiscales-monetarios y las colaboraciones que continúan a un ritmo acelerado, siendo el caso más reciente el de la crisis de 2020, quizá la mayor colaboración fiscal y monetaria desde la Segunda Guerra Mundial.
Blinder hace un relato abiertamente (neo)keynesiano del recorrido de esa historia económica, encomiando a los tecnócratas y sus jefes políticos, defendiendo la independencia del banco central, confiado en que hay respuestas de política correctas y equivocadas a los interrogantes que plantea la economía. Blinder muy seguramente discreparía sobre la noción, por ejemplo, de que los banqueros centrales son actores políticos. Esta es, creo, la mayor debilidad de su relato. Lo que tenemos es una sólida descripción de políticos con un profundo sesgo cortoplacista y de tecnócratas que actúan como contrapoder intelectual cuyos errores consistieron esencialmente —y quizás exclusivamente— en no ejercer la independencia que su posición exigía.
La realidad es más compleja. Si bien el relato de Blinder defiende bien el argumento de que los banqueros centrales y sus contrapartes tecnocráticas que asesoraban a los políticos en materia de política fiscal no solían hacerlo desde una posición partidista, su defensa de la idea de que no eran políticos es menos satisfactoria. Es una diferencia importante. Hay buenas razones por las que la visión de Blinder sobre las políticas de la Fed, digamos en 2009, resulta tan diametralmente diferente de la de Allan Meltzer. No es porque Blinder es demócrata y Meltzer era republicano. Es debido a la forma en que cada uno de ellos redujo las complejidades del mundo mediante una cosmovisión que facilitó esa visión más simple.
Los bancos centrales tienen la tarea, entre muchas otras, de simplificar las cosas en forma similar. En 2023, en un momento en que la Fed lidera el mundo en el endurecimiento de las tasas de interés para responder a una inflación récord, un vez más estamos sumidos en los lances de esa batalla intelectual. Lo que está en juego es importante, pero no es algo meramente tecnocrático. En los meses y años que se avecinan, los banqueros centrales formularán juicios de valor en medio de una gran incertidumbre. El libro de Blinder es un recurso vital para todos nosotros mientras capeamos estas tensiones. Lo que hemos de auscultar con más profundidad es en qué medida dejarán los banqueros centrales que la política incida en el proceso.
Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.