Marjorie Henriquez traza una semblanza de Stefanie Stantcheva, de Harvard, que utiliza encuestas y experimentos para revelar lo invisible en los datos económicos tradicionales
Tras haber estudiado tributación durante varios años, Stefanie Stantcheva llegó a una apabullante conclusión: las personas tienen ideas complejas y muy arraigadas que para los economistas son difíciles de comprender. Al preparar su asesoramiento sobre políticas públicas con un objetivo social en mente, por ejemplo el de reducir la desigualdad, los economistas no cuentan con datos suficientes que los orienten acerca de lo que las personas saben, creen y consideran justo, observó.
Stantcheva, profesora de Economía en la Universidad de Harvard, quiere cambiar eso. “El objetivo es realmente entrar en la mente de las personas y tratar de comprender cómo razonan, cuáles son sus percepciones, sus actitudes, su conocimiento de diversos temas de política económica”, afirma.
A través de encuestas y experimentos socioeconómicos a gran escala, con frecuencia en varios países, ha podido vislumbrar por qué las personas respaldan algunas políticas y no otras, en cuestiones que van desde la redistribución pasando por el comercio hasta los impuestos ambientales.
“Estas encuestas revelan lo que es invisible en los datos económicos tradicionales y acercan la economía a otras ciencias sociales como la psicología, la sociología y la ciencia política”, dice Emmanuel Saez, director del Centro para el Crecimiento Equitativo de la Universidad de California en Berkeley, y coautor del Informe sobre Desigualdad Mundial de la Escuela de Economía de París. “Esta línea de trabajo podría ser un punto de inflexión para la profesión económica ya que impondrá una reevaluación de los supuestos más estándar acerca del comportamiento económico racional”.
Desde que obtuvo su doctorado del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en 2014, Stantcheva, de 36 años, ha pasado a integrar el grupo de jóvenes economistas más destacados del mundo. Entre un vasto conjunto de premios y distinciones, ganó el Premio de Investigación Elaine Bennett de la Asociación Americana de Economía, que reconoce la investigación sobresaliente realizada por una mujer dentro de los primeros siete años de haber completado su doctorado. Stantcheva fue la primera mujer en incorporarse al consejo editorial de la influyente revista Quarterly Journal of Economics.
En una etapa temprana de su programa doctoral, Stantcheva se destacó por su interés en cuestiones que están en el centro de la investigación económica y el debate sobre políticas públicas. “Stefanie es audaz al formular preguntas”, dice James Poterba, su asesor de doctorado en el MIT. “Desde su primer año en la escuela de graduados, resultaba claro que pensaba en los interrogantes sin respuesta, en los temas para futuras investigaciones, así como en aquellos ya adecuadamente resueltos”.
Stantcheva también ha hecho importantes aportes al análisis de la teoría de la imposición óptima, una materia que los economistas han estudiado durante cerca de 100 años y con aún mucho que aprender. El campo examina cómo diseñar impuestos que maximicen el bienestar social recogiendo las elecciones de la sociedad entre igualdad y eficiencia.
La tributación como una potente herramienta
Stantcheva tenía 11 años en 1997 cuando en Bulgaria, su país natal, la inflación superó una tasa anual de 2.000%. Aunque ella y su familia ya habían dejado el país, el episodio contribuyó a definir su decisión ulterior de estudiar Economía.
Para cuando comenzó sus estudios de pregrado en la Universidad de Cambridge, Stantcheva ya había vivido en Alemania Oriental, donde presenció las disparidades de los sueldos respecto de Occidente, y en Francia, donde le preocupaba el nivel de desigualdad.
“Al haber vivido de niña en países tan distintos fui testigo de un gran número de sistemas socioeconómicos muy diferentes”, dice. “Cuando comprendí que había un campo llamado Economía que se ocupa de las cosas que me interesaban, quedó claro que deseaba estudiar eso”.
Después de Cambridge, regresó a Francia, donde estudió Economía y Finanzas a nivel de maestría en la École Polytechnique, ENSAE, y en la Escuela de Economía de París. Cuando comenzó a pensar acerca de un doctorado, se concentró en el tema de la tributación con miras a contribuir a hacer frente a las desigualdades que había visto cuando crecía.
“Comprendí que los impuestos son una herramienta muy potente que tienen los gobiernos y que puede aplicarse a muchos ámbitos diferentes”, dice Stantcheva. “En verdad, muchísimas cosas dependen de la tributación. Es una herramienta extremadamente potente porque puede tener muchos efectos cascada, lo cual podría ser muy bueno o quizá terrible si uno se equivoca”.
Un aspecto central son los efectos de los impuestos en diversas actividades, con hincapié en aquellos que duran largos períodos. Su estudio de 2017, “Optimal Taxation and Human Capital Policies over the Life Cycle” [La imposición óptima y las políticas de capital humano durante el ciclo de vida] abrió nuevos caminos al analizar con un nivel de detalle sin precedentes cómo interactúan las políticas tributarias y de capital humano, como la inversión en educación superior, durante el ciclo de vida de una persona.
Le interesaba abordar el problema generalizado de la elevada deuda estudiantil. ¿Existe un sistema donde las personas puedan pagar la educación superior —no solo una vez sino durante toda la vida— sin incurrir en deudas y exacerbar la desigualdad? Stantcheva observó que los préstamos vinculados a los ingresos pueden ser una solución.
“Se trata de pensar en conjunto acerca del sistema en su totalidad —financiar la educación y luego gravar la renta generada a lo largo de la vida de forma que equilibre la decisión de adquirir capital humano frente a los desincentivos creados por los impuestos”, afirma.
En ese sistema, una persona obtendría un préstamo del Estado para financiar su educación. Ya que como resultado los individuos ganan más, pagan una proporción mayor de sus ingresos mediante impuestos, que alimentan el fondo común de recursos del gobierno para la educación. A la inversa, cuando las personas atraviesan un mal momento y sus ingresos sufren un golpe, pagan menos.
Aunque unos nueve países, incluidos Australia, Nueva Zelandia y el Reino Unido, han adoptado alguna forma de préstamos vinculados a los ingresos, protegen al prestatario durante tiempos difíciles pero no logran recaudar más en tiempos de bonanza. Para que el fondo común de recursos se mantenga financiado y sea verdaderamente óptimo, observó Stantcheva, debe funcionar en ambos sentidos.
El Laboratorio de Economía Social
“Cuando estudiaba estos aspectos de la tributación, resultó muy evidente que algo que suele omitirse —pero que es realmente crucial— es cómo piensa la gente acerca de la política impositiva y otras políticas”, dice Stantcheva. “En última instancia: qué es lo que consideran el objetivo social correcto y qué es lo que consideran justo”.
Esto llevó a que en 2018 Stantcheva creara en Harvard el Laboratorio de Economía Social, donde ella y un equipo de alrededor de 20 investigadores, incluidos estudiantes de grado y de pregrado, están revelando esos datos invisibles mediante rigurosas encuestas y experimentos a gran escala, cuyos resultados en algunos casos desacreditan la teoría estándar.
La teoría del votante medio, por ejemplo, predice que una desigualdad más amplia generaría una mayor demanda de redistribución desde las personas de ingreso alto a las de ingreso bajo ya que las autoridades buscan satisfacer al votante medio. Los datos reunidos por el laboratorio, sin embargo, indican que la existencia de desigualdad por sí sola no lleva realmente a la gente a respaldar la redistribución. Son en cambio las percepciones las que moldean su apoyo a la mayoría de las políticas.
Stantcheva, junto con sus colegas de Harvard Alberto Alesina y Armando Miano, se propuso en 2018 averiguar si las percepciones acerca de la inmigración inciden, y de qué manera, en el respaldo a las políticas redistributivas. Se concentraron en dos consideraciones clave: quién piensan las personas que se beneficia de la redistribución —en este caso, ¿los inmigrantes?— y en qué medida creen que eso es justo.
Encuestaron a 22.000 personas en seis países —Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia, el Reino Unido y Suecia— y observaron grandes brechas entre la realidad y las percepciones. En todos los países, los encuestados sobrestimaban en gran medida la cantidad de inmigrantes. También percibían a los inmigrantes como personas económicamente más débiles, más desempleadas y menos educadas de lo que realmente eran. Esto, a su vez, los llevaba a decir que pensaban que los inmigrantes pagaban menos en impuestos y recibían una proporción mucho mayor de las transferencias del Estado de lo que realmente sucedía.
“Estas percepciones erróneas son mayores entre personas con un nivel educativo más bajo, empleos peor remunerados, y ocupadas en sectores que emplean a muchos inmigrantes”, afirma. “Y, en todos los países, entre personas a la derecha del espectro político”.
Observaron que con solo hacer que las personas piensen en la inmigración antes de preguntarles acerca de las políticas redistributivas, resulta menos probable que respalden la redistribución. “Los dos mayores predictores de un menor grado de apoyo a la redistribución son la percepción de que los inmigrantes actúan como oportunistas que no se esfuerzan por trabajar, y la percepción de que los inmigrantes son económicamente débiles”, sostiene Stantcheva.
Mediante su investigación en otros ámbitos, ha descubierto que los datos y explicaciones sobre cómo funciona una política suelen ser eficaces para ayudar a la gente a comprenderla y a veces a respaldarla más. Otro hallazgo de Stantcheva es que, sin embargo, la mera presentación de datos acerca de los inmigrantes, como su cantidad y origen, no hace cambiar las opiniones respecto a la redistribución. En cambio, las narrativas sí lo hacen.
“Una de las formas más eficaces de contrarrestar las percepciones erróneas sobre los inmigrantes es contándole a la gente una historia acerca de un inmigrante muy trabajador que contradiga el relato del beneficiario oportunista”, sostiene.
Noción de equidad
Mientras que los economistas se han basado tradicionalmente en argumentos acerca de la eficiencia económica para generar apoyo a las políticas redistributivas, Stantcheva ha observado que lo que parece importarles realmente a las personas es quiénes ganan y quiénes pierden.
“A todos les importa la equidad, pero no significa lo mismo para todo el mundo”, expresa. Afirma que alguien de izquierda que tolere menos la desigualdad del ingreso, por ejemplo, podría considerar justo que quien percibe ingresos más altos comparta su renta mediante mayores impuestos, y que alguien de derecha tenderá a opinar que eso es injusto.
Según muestran sus estudios, es más probable que sean esas nociones de equidad las que moldeen las opiniones de la gente antes que los argumentos sobre la eficiencia. En el caso de la inmigración y la redistribución, quienes creen que los inmigrantes no son personas trabajadoras sino oportunistas también tenderán a pensar que estos se beneficiarán injustamente de la redistribución.
Stantcheva declara haber observado resultados similares en un proyecto actual: un estudio de actitudes relativas al cambio climático entre 20 países. Los datos de encuestas obtenidos en el proyecto ya muestran que las opiniones de las personas se forman según quiénes estas piensen que soportarán la carga de pagar por el cambio climático.
“Las personas consideran injusto que la clase de menores o medianos ingresos soporte una carga desproporcionada mediante impuestos ambientales u otros sacrificios, cuando tienen la percepción de que quienes ganan más no la sufren tanto”, dice Stantcheva.
Al inicio de la pandemia de COVID‑19, el presidente francés Emmanuel Macron seleccionó a Stantcheva, que es miembro del Consejo de Análisis Económico de Francia, para integrar una comisión internacional con el objeto de evaluar los desafíos a largo plazo tras la pandemia y presentar propuestas. Ella y Dani Rodrik, profesor de Economía Política en la Escuela Kennedy de Harvard, fueron designados para analizar el desafío de la desigualdad.
Varias de sus propuestas reflejaban lo que las encuestas realizadas en Francia por Stantcheva mostraron acerca de las percepciones de la gente. Por ejemplo, sabiendo que en Francia muchos culpan a la globalización y la tercerización por la falta de empleos, instaron a las autoridades a prestar atención a la forma en que las políticas comerciales afectan los mercados de trabajo locales.
“Conforme a nuestra propuesta, sería posible —después de un proceso interno apropiadamente deliberativo y ampliamente participativo— restringir importaciones producidas en condiciones que violen los derechos laborales en el extranjero y amenacen los empleos o las condiciones de trabajo en el país”, dijeron en un artículo de opinión publicado por la organización internacional de medios de prensa Project Syndicate.
Continuar con un legado
Si bien dedica mucha energía a la rigurosidad de su investigación y a menudo habla en más de una conferencia en un mismo día, Stantcheva tenazmente da máxima prioridad a enseñar y orientar a estudiantes de grado y de pregrado.
“Me encanta enseñar a los estudiantes, ver cómo captan nuevos conceptos, tienen momentos de inspiración, experimentan el mundo desde una nueva óptica”, afirma. Sus colegas dicen que admiran la forma en que interactúa con los estudiantes y se preocupa por ellos.
En el último par de años, Stantcheva ha asumido un papel inesperado. En mayo de 2020, Alesina, su colega de Harvard, mentor y colaborador en el Laboratorio de Economía Social, murió repentinamente a los 63 años. El profesor, nacido en Italia, fue uno de los economistas más influyentes del mundo y era ampliamente considerado como un pionero de la economía política moderna, que estudia la forma en que se vinculan la economía y los sistemas políticos.
“Stefanie, de manera muy natural, ha asumido el papel que Alberto supo tener para muchos de nosotros”, dice Pierfrancesco Mei, un estudiante de Harvard y becario de investigación en el laboratorio. “Una de las cosas más especiales que ha hecho es mantener vivo el legado de Alberto”.
Ayudar a las personas a tomar mejores decisiones
Stantcheva estudia actualmente cómo el impuesto general sobre la propiedad en Estados Unidos moldeó el desarrollo económico en el siglo XIX y cuál ha sido el impacto del impuesto sobre la riqueza aplicado por Francia en la evasión impositiva y en la riqueza. Además de su proyecto sobre las percepciones de la política climática, explica que continuará investigando cómo las personas forman sus opiniones acerca de políticas económicas fundamentales.
A menudo se le pide a Stantcheva que presente sus conclusiones a las autoridades políticas. Sostiene que estas sienten curiosidad y lentamente están tomando conciencia del poder de los métodos de encuesta para comprender cómo piensa la gente. Acaba de publicar una nota para el Consejo de Análisis Económico de Francia sobre las actitudes de los franceses en cuanto a las políticas del clima.
“La crisis de los gilets jaunes [las protestas de los “chalecos amarillos” que comenzaron en 2018 por el malestar económico] ha conmocionado a las autoridades de Francia y de otros lugares de Europa, de modo que su investigación, basada en encuestas ricas en contenido sobre la aceptabilidad de esas políticas, es debatida con gran interés”, dice Philippe Martin, profesor de Economía en el Instituto de Estudios Políticos de París y presidente del Consejo de Análisis Económico de Francia.
Stantcheva dice que, a fin de cuentas, espera que su investigación brinde a los economistas y a las autoridades una mayor oportunidad de lograr consenso en torno a las políticas sociales que mejoren la vida de las personas. Y algo más importante será que, al comprender cómo las personas procesan la información, los economistas podrán proporcionar las herramientas que la gente necesita para tomar mejores decisiones.
“Nuestro objetivo es encontrar qué explicaciones resultan útiles para mejorar la comprensión que tienen las personas de las políticas básicas que realmente influyen en su vida diaria.”, afirma.
Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.