Credit: IMF Photo/Tuane Fernandes

Ante la creciente deuda mundial, los países deben poner en orden sus propias finanzas

En un contexto de elevada incertidumbre, las autoridades se enfrentan a complejas disyuntivas en su respuesta a la deuda, el crecimiento más lento y las nuevas presiones de gasto

Los notables cambios que se están introduciendo en las políticas han elevado la incertidumbre en todo el mundo. Los repetidos anuncios sobre aranceles realizados recientemente por Estados Unidos y las contramedidas adoptadas por otros países han incrementado la volatilidad en los mercados financieros, debilitado las perspectivas de crecimiento e intensificado los riesgos. Se producen en un contexto de aumento de los niveles de deuda en muchos países y con unas finanzas públicas ya tensionadas, que en muchos casos tendrán que hacer frente a nuevos incrementos del gasto de carácter permanente, por ejemplo, en el capítulo de la defensa. El aumento de los rendimientos en las principales economías y la ampliación de los diferenciales en los mercados emergentes complican aún más el panorama fiscal.

Prevemos que la deuda pública mundial se incremente en 2,8 puntos porcentuales este año —más del doble de las estimaciones para 2024— y se sitúe por encima del 95% del producto interno bruto. Es probable que esta tendencia al alza continúe y que la deuda pública se aproxime al 100% del PIB para el final de la década, superando los niveles alcanzados durante la pandemia. Estas cifras se basan en las proyecciones de referencia de Perspectivas de la economía mundial (informe WEO) y reflejan los anuncios de aranceles realizados entre el 1 de febrero y el 4 de abril. En el contexto de una considerable incertidumbre sobre las políticas y un panorama económico cambiante, los niveles de deuda podrían aumentar aún más.

En estas circunstancias, la política fiscal afronta el desafío de buscar un difícil equilibrio entre reducir la deuda, constituir reservas frente a la incertidumbre y atender las necesidades de gasto urgentes, en un contexto de peores perspectivas de crecimiento y costos de financiamiento más altos. Lograr ese difícil equilibrio será esencial para fomentar la estabilidad y el crecimiento.

Riesgo de aumento de la deuda

Los riesgos en torno a la deuda ya eran elevados. Según el indicador de deuda en riesgo del Monitor Fiscal, que utiliza datos hasta diciembre de 2024, en un escenario adverso extremo la deuda pública mundial podría alcanzar el 117% del PIB de aquí a 2027. Sería el nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial y superaría las proyecciones de referencia en casi 20 puntos porcentuales.

Los riesgos para las perspectivas fiscales han vuelto a intensificarse. Los niveles de deuda pueden situarse incluso por encima de esas estimaciones de deuda en riesgo si los ingresos y el producto económico se reducen mucho más de lo que se prevé actualmente como consecuencia del aumento de los aranceles y el deterioro de las perspectivas de crecimiento. Además, la creciente incertidumbre geoeconómica podría agudizar los riesgos de endeudamiento y elevar la deuda pública como consecuencia del incremento del gasto, en particular en defensa. También podrían aumentar las peticiones de apoyo fiscal para quienes sufren las graves perturbaciones que causan los shocks comerciales, con el consiguiente aumento del gasto. El Monitor Fiscal estima que un aumento significativo de la incertidumbre geoeconómica podría causar un incremento de la deuda pública de aproximadamente un 4,5% del PIB a mediano plazo.

Unas condiciones financieras más restrictivas y volátiles en Estados Unidos podrían propagarse a las economías de mercados emergentes y en desarrollo, lo que elevaría los costos de financiamiento. Esto incide considerablemente en los precios de las materias primas, causando descensos y también una mayor volatilidad de los precios. Las escasas mejoras fiscales pueden intensificar los riesgos derivados del aumento de las tasas de interés, especialmente dado que muchos países tienen necesidades importantes de financiamiento. Unas tasas de interés altas podrían limitar el gasto esencial en programas sociales e inversiones públicas. Además, la mengua de la ayuda externa como consecuencia de los cambios de prioridades de las economías avanzadas complica el financiamiento para los países de ingreso bajo.

Complicadas disyuntivas de políticas

En un mundo incierto y que cambia a gran velocidad, los países deben, ante todo, poner en orden sus propias finanzas. Esto significa aplicar políticas prudentes en marcos fiscales sólidos para mejorar la confianza del público y contribuir a reducir la incertidumbre.

La política fiscal debería conceder prioridad a reducir la deuda pública y a constituir y ampliar las reservas con el fin de hacer frente a las presiones de gasto y a los shocks económicos. Para ello, debe encontrar el equilibrio adecuado entre los ajustes y el apoyo al crecimiento económico, en función de la situación particular, los recursos disponibles y las condiciones económicas generales de cada país.

Los países con un espacio presupuestario limitado deberían implementar planes de consolidación graduales y creíbles y permitir que actúen eficazmente los estabilizadores fiscales automáticos, como las prestaciones de desempleo. Toda nueva necesidad de gasto debería compensarse con recortes de gastos en otros ámbitos o con nuevos ingresos. En el caso de los países con una mayor flexibilidad fiscal, es importante que los recursos disponibles se utilicen de manera prudente dentro de planes a mediano plazo bien definidos. El apoyo fiscal a las empresas y las comunidades perjudicadas por graves perturbaciones del comercio debería ser temporal y focalizado, y debería hacerse hincapié en la transparencia y en la gestión eficaz de los costos.

En términos más generales, las economías avanzadas deberían abordar sus problemas relacionados con el envejecimiento demográfico mediante la reordenación de sus prioridades de gasto, la reforma de las pensiones y el sistema de salud y la ampliación de la base tributaria. En las economías de mercados emergentes y en desarrollo, mejorar el sistema tributario es crucial dado el reducido nivel histórico de los ingresos. A la luz de las dificultades en materia de financiamiento, los países en desarrollo de ingreso bajo deberían mantener el rumbo del ajuste fiscal. Una reestructuración de la deuda oportuna y ordenada, en paralelo a esos ajustes, resulta esencial en el caso de los países con tensiones causadas por el sobreendeudamiento.

Además, la política fiscal, junto con otras políticas estructurales, debería centrarse en mejorar el crecimiento potencial, lo que aliviaría la complicada disyuntiva entre crecimiento y sostenibilidad de la deuda. Por ejemplo, si están bien diseñadas, las reformas de las pensiones y los subsidios a la energía pueden permitir el ahorro de recursos que luego pueden utilizarse para apoyar programas sociales e inversiones en infraestructura.

Tras la reconfiguración del panorama económico mundial debida a los significativos cambios en las políticas y la elevada incertidumbre, las perspectivas fiscales se han deteriorado. Para lograr superar estos retos, los gobiernos deberían centrarse en generar confianza entre el público, garantizar un sistema tributario justo y gestionar los recursos de manera inteligente. Así podrán fomentar la resiliencia y promover un crecimiento sostenible en un momento de incertidumbre.

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