Por Diálogo a Fondo
Los jóvenes de países de todo el mundo se enfrentan a un mercado laboral difícil y a la escasez de empleo. Por ejemplo, alrededor del 20% de los jóvenes de entre 15 y 24 años de edad de una economía de mercado emergente y en desarrollo promedio ni están empleados ni estudian; en este grupo se incluyen, entre otros, países como Brasil, Ghana y Malasia. Este porcentaje es el doble que en una economía avanzada promedio.
¿Cómo se puede cerrar esta brecha en los mercados emergentes? Un reciente estudio del personal técnico del FMI señala una serie de políticas que pueden mejorar las perspectivas de empleo para todos, y especialmente para los jóvenes que no estudian. Este estudio se centra, en concreto, en tres políticas: una mayor igualdad de género en el empleo, la mejora del funcionamiento de los mercados laborales y el fomento de mercados de productos más abiertos y competitivos.
Nuestro gráfico de la semana muestra que gran parte de esta historia tiene que ver con la existencia de grandes y persistentes brechas entre el número de mujeres y de hombres jóvenes en el ámbito laboral. En promedio, cerca del 30% de las mujeres jóvenes de estas economías ni trabajan ni estudian. Esta tasa es casi el doble de la tasa de hombres jóvenes en una situación similar.
Entre las economías de mercados emergentes y en desarrollo, agrupadas por región, las mayores brechas, en promedio, se encuentran en América Latina y en Asia oriental y meridional. Parte de esta discrepancia, aunque no toda, puede explicarse por las consecuencias económicas y sociales de tener hijos.
Pero la legislación también influye. La realidad es que cuando las mujeres están jurídicamente protegidas contra la discriminación laboral, sus tasas de empleo y participación mejoran, sin dañar las oportunidades de los hombres. Por ejemplo, el estudio estima que, si en África subsahariana se fortaleciera la protección jurídica de las mujeres hasta el nivel promedio de las economías emergentes de Europa y Asia Central, las tasas de empleo y participación de las mujeres jóvenes aumentaría entre 10 y 15 puntos porcentuales, lo que disminuiría considerablemente la brecha de género.
Este estudio también ofrece evidencia de que las propuestas en materia de políticas económicas que pueden ayudar a los jóvenes no implican beneficiar a estos en perjuicio de los trabajadores mayores. Estas políticas benefician a todos y contribuyen al crecimiento sólido y sostenible de la economía de un país.
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