La innovación y la integración pueden reactivar el crecimiento en un entorno de grandes cambios geopolíticos
Los países están tratando de entender cómo impulsar el crecimiento y ampliar las oportunidades. A comienzos de la década pasada, la cuestión era determinar si la debilidad del crecimiento se debía al estancamiento tecnológico que se vivía desde años atrás. Eran tiempos distintos, claro está, poco después de la crisis financiera mundial, pero este es un buen momento para volver a plantearnos la cuestión.
En la década de 2010 los países se aunaron para hacer frente a los efectos de la crisis financiera con una visión común. Se propusieron iniciativas, como una regulación financiera prudencial, que favorecieron la resiliencia de cara al futuro.
Ahora, tras los efectos de la pandemia y la guerra de Rusia en Ucrania, el panorama geopolítico se encuentra sometido a una tensión enorme y el consenso es más difícil de alcanzar. El mundo ha esquivado una profunda crisis de crecimiento, pero aún persiste una tendencia alarmante a la desaceleración del crecimiento potencial. El crecimiento mundial se ha ralentizado progresivamente y las perspectivas siguen siendo deslucidas.
Comencemos por el diagnóstico: ¿Por qué se está debilitando el crecimiento? Normalmente los economistas descomponen el crecimiento en tres grandes factores o insumos: el trabajo, el capital (incluido el terreno) y la productividad total de los factores, que mide la eficiencia con que se utilizan esos dos recursos. De estos tres factores, el que causó más de la mitad de la pérdida de crecimiento desde la crisis fue la desaceleración en el crecimiento de la productividad total de los factores.
Puede parecer que el vaso está medio vacío, pero en realidad está medio lleno: la productividad se puede elevar solventando algunas limitaciones estructurales muy arraigadas que frenan la innovación, y aprovechando también los recientes avances tecnológicos.
Salvaguardias regulatorias
Por ejemplo, Estados Unidos se diferencia de la mayoría de las demás economías en que la eficiencia en la asignación de los recursos ha mejorado, y esto contribuye positivamente al crecimiento de la productividad.
La economía estadounidense opera con suficiente flexibilidad como para que los insumos para la producción fluyan con más facilidad hacia las empresas más innovadoras y productivas. En la mayoría de los demás países hay fricciones —barreras regulatorias y limitaciones financieras, por ejemplo— que están reduciendo la flexibilidad cada vez más.
Eso no significa que la desregulación incondicional sea la respuesta a todo. Los mecanismos de protección tienen su finalidad, pero hay que valorarlos teniendo en cuenta su costo para el bienestar en términos más generales, como su efecto de freno a la innovación y el crecimiento. La crisis financiera mundial nos enseñó por las malas que la regulación financiera es esencial: retirar las salvaguardias del sistema financiero supone un riesgo considerable, como vimos hace dos años, cuando se vinieron abajo Silicon Valley Bank y algunos otros bancos estadounidenses de tamaño mediano.
Pero algunos aspectos de la reglamentación protegen el statu quo, frenan la competencia o han quedado obsoletos. Cuando Argentina restringió estrictamente las exportaciones de piel para mantener los precios internos bajos, la medida benefició a las curtiembres y perjudicó a los empacadores de carne y los ganaderos. Las curtiembres no aumentaron su capacidad, por lo que los empacadores de carne tuvieron que descartar pieles que habrían sido valiosas para la exportación y podrían haber ayudado a compensar los déficits comerciales crónicos. Eliminar las restricciones a las exportaciones suponía unos beneficios para la economía en general que superaban con creces los costos para las curtiembres. Eliminar correctamente las fricciones contribuye al crecimiento económico, y en muchos países hay un amplio margen para hacerlo.
Otro motivo para el optimismo es la revolución de la inteligencia artificial, que podría transformar el trabajo. No sabemos con certeza hasta qué punto la IA aumentará la productividad de la mano de obra, pero el efecto podría ser considerable, dependiendo de cómo y cuánto la usen los trabajadores. Algunos de los modelos más recientes, como DeepSeek y Mistral, tienen unos costos de desarrollo mucho más bajos, lo cual sugiere que esta historia aún no se ha terminado de escribir. Hay muchos países que todavía pueden darle forma al argumento.
La innovación está avanzando a un ritmo vertiginoso y, según algunas estimaciones, el costo de la IA generativa se está dividiendo por diez cada año. Esto podría generar un crecimiento considerable, pero también tenemos que gestionar las transformaciones que podría causar en la sociedad.
Por tanto, hay esperanza. Varias políticas —desde reformas que faciliten la asignación de la mano de obra y el capital de una empresa a otra hasta grandes avances tecnológicos— podrían reactivar el crecimiento a mediano plazo.
Integración mundial
Pero también tenemos que reconocer la inestabilidad del panorama geopolítico y las importantes consecuencias que esto tiene para el crecimiento económico, dadas sus repercusiones en la integración mundial.
El comercio mundial se ha quintuplicado en términos reales desde 1980, y su contribución a la producción mundial ha aumentado del 36% al 60%. A esto han contribuido las importantes reducciones en los costos del comercio, que favorecieron la ampliación de las cadenas de valor mundiales, con lo que dieron un fuerte impulso a las ganancias en productividad y a las exportaciones de bienes desde principios de la década de 1990.
La mayor integración comercial contribuyó a impulsar un aumento espectacular del nivel de vida en todo el mundo. La reducción de los costos del comercio se tradujo en un aumento del PIB mundial del 6,8% en términos reales entre 1995 y 2020. En los países de ingreso bajo el aumento fue aún mayor, del 33%.
Sin embargo, en los últimos 15 años se han intensificado las amenazas a la libre circulación de capitales, bienes y personas, y los riesgos geopolíticos se han recrudecido. Los conflictos están proliferando, las alianzas están cambiando y los países están poniendo cada vez más trabas al comercio y las migraciones.
A pesar de estos vientos en contra, el comercio mundial ha demostrado tener una gran capacidad de adaptación. Se ha mantenido constante en relación con la producción, lo que significa que los cambios geopolíticos están teniendo un menor impacto a nivel mundial. No obstante, la composición del comercio está cambiando rápidamente en respuesta a la importante realineación en curso.
Las empresas multinacionales respondieron a las restricciones comerciales a sus exportaciones trasladando la producción a países conectores —sobre todo Marruecos, México y Vietnam— que no pertenecen al bloque occidental y tampoco al encabezado por China, y comercian libremente con ambos. Esto supone una diferencia importante con respecto a episodios pasados de fragmentación geopolítica, como la Guerra Fría, cuando la desviación del comercio a través de países conectores era mucho más limitada. Una razón de esa diferencia es, precisamente, que los países conectores ya han ganado posiciones en la cadena de valor gracias a la integración comercial anterior.
Los mercados emergentes también son fundamentales. Sus economías son más grandes y tienen más importancia en el mundo gracias a una mayor integración y a las arduas reformas emprendidas, y son participantes permanentes en la economía mundial. En un contexto en que las economías avanzadas se están aislando cada vez más, los mercados emergentes tienen un gran interés en luchar contra la fragmentación económica mundial.
Sin embargo, si bien es cierto que los países conectores favorecen el comercio y la inversión a nivel mundial y atenúan los costos de la fragmentación, sigue habiendo un precio que pagar. Cuando las cadenas de suministro están tensionadas, pueden ser más ineficientes y vulnerables. Además, una mayor opacidad en el comercio y en las corrientes financieras hace más difícil detectar los riesgos. En último término, la perturbación comercial excesiva reduce el crecimiento y la prosperidad mundial.
Promover el crecimiento del comercio
La integración financiera y del comercio ayudaron a impulsar el crecimiento, pero no todos se beneficiaron por igual, sobre todo en las economías avanzadas.
Aunque en general hay acuerdo en que la integración del comercio puede perjudicar desproporcionadamente a algunas categorías de trabajadores y comunidades, nuestro análisis revela una historia con más matices. La globalización influyó mucho menos que el progreso tecnológico en el aumento de las desigualdades dentro de los países.
Con todo, los shocks comerciales pueden causar daño, y las percepciones de pérdida de puestos de trabajo también influyen. Tal vez lo más importante sea la velocidad con que se produce la transformación económica, si los sistemas económicos y las redes de protección social tienen poco tiempo para adaptarse. Y esto me lleva de vuelta a la IA y al ritmo vertiginoso del cambio. Si no se le presta atención, esto podría causar disrupciones importantes, con las consiguientes repercusiones negativas en el ámbito político.
Seguimos buscando formas de revitalizar el crecimiento entre tensiones geopolíticas en aumento y con una incertidumbre cada vez mayor sobre el futuro de la integración mundial y la tecnología.
Las políticas, y especialmente las reformas estructurales, pueden desempeñar un papel fundamental. Facilitar la movilidad de los trabajadores entre distintos empleadores, sectores y regiones reduce los costos de ajuste al comercio y promueve el empleo. Introducir medidas compensatorias, especialmente para los más vulnerables, y ayudar a los trabajadores a adaptarse y perfeccionar su capacitación también es útil e incluso hace aumentar el apoyo de los ciudadanos a las políticas gubernamentales, como muestran nuestros estudios.
Y así llegamos a la visión compartida que es la esencia de nuestra institución. El FMI nació en un mundo inmerso en la guerra, cuando los delegados, reunidos en Bretton Woods (Nuevo Hampshire), acordaron establecer un marco sin precedentes para la cooperación económica mundial en el que los países se ayudaran a sí mismos ayudándose entre sí. Nos encomendaron tres misiones críticas, una de las cuales consistía en facilitar el crecimiento equilibrado del comercio internacional y, así, contribuir a unos niveles elevados de empleo e ingreso real como objetivos principales de política económica.
En estas ocho décadas nos hemos esforzado por lograr este delicado equilibrio a través de nuestra supervisión y nuestros mandatos para luchar contra las crisis. La integración y la expansión del comercio no son en modo alguno fines en sí mismos: son importantes en la medida en que apoyan el empleo y un mejor nivel de vida. Unas políticas cuidadosamente calibradas pueden ayudar a lograr estos objetivos.
Este artículo se basa en la intervención del autor ante Oxford Union el 24 de febrero de 2025.
Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.