En los últimos años, los precios de los alimentos y la energía han aumentado hasta máximos casi históricos en el contexto de la pandemia y la guerra en Ucrania, que han provocado importantes perturbaciones en los suministros. Al mismo tiempo, se ha producido también un marcado aumento de la volatilidad de precios de las materias primas.
De forma preocupante, las fluctuaciones al alza y a la baja de los precios de las materias primas podrían plantear desafíos económicos en los próximos años. En un nuevo informe sobre la inseguridad alimentaria y energética que preparamos para el Grupo de los Veinte, exploramos los efectos de la volatilidad de precios de las materias primas.
Concretamente, analizamos cómo se ven afectados el crecimiento económico y la inflación por la volatilidad en los términos de intercambio de las materias primas, es decir, la variación en los precios que paga un país por las importaciones de materias primas y los precios que recibe por las exportaciones de materias primas.
Estas fluctuaciones en los precios de las materias primas pueden perjudicar el crecimiento económico a largo plazo, en especial para los exportadores de materias primas. Por ejemplo, la mayor volatilidad de precios de las materias primas podría inducir una mayor volatilidad en las finanzas públicas de los países exportadores de materias primas y, por tanto, dar lugar a inversiones públicas intermitentes. A su vez, esto perjudicaría la inversión tanto en capital humano como en capital físico.
Es más, la volatilidad de precios de las materias primas también parece aumentar la volatilidad de la inflación interna a mediano plazo. Esta situación puede darse cuando, por ejemplo, la mayor volatilidad del precio de los bienes importados se traslada a los precios internos y, por tanto, da como resultado una mayor volatilidad de la inflación de precios al consumidor.
Los desafíos derivados del aumento de la volatilidad de precios de las materias primas se suman a los problemas provocados por el aumento en los niveles de precios. Los precios mundiales de las materias primas alimentarias se incrementaron casi un 40% en los dos años anteriores a la invasión rusa de Ucrania, y la guerra ha impulsado los precios aún más al alza. Los precios del trigo crecieron un 38% en marzo de 2022 respecto al mes anterior. Los precios de la energía aumentaron con fuerza y, en Europa, los precios del gas natural se han triplicado. Los altos precios de la energía también se han hecho sentir en los precios históricos de fertilizantes de uso común para la producción de alimentos.
Pese a que los precios internacionales de los alimentos y la energía se han moderado desde su máximo reciente, siguen siendo elevados. Además, este aumento ha contribuido al incremento de los precios al consumidor y ha provocado dificultades económicas en todo el mundo. Millones de personas, en especial en los países más pobres, están cayendo en una situación de inseguridad alimentaria.
El Programa Mundial de Alimentos estima que 345 millones de personas de casi 80 países afrontarán una grave inseguridad alimentaria este año, más del doble que en 2020.
En este contexto de dificultades, las autoridades deben estar atentas.
Ante todo, una preocupación fundamental es hacer frente al problema de la inflación, por lo que la política monetaria debe seguir centrada en reducirla. Al mismo tiempo, la política fiscal debe endurecerse de forma gradual y constante, de forma que reduzca la presión sobre la política monetaria en su lucha contra la inflación elevada y, al mismo tiempo, apoye a los más vulnerables. Así pues, las costosas políticas de base amplia para mitigar el impacto de los mayores precios de las materias primas, que incluyen medidas como los subsidios de precios para limitar el traslado a los precios internos, deben eliminarse y reemplazarse por medidas focalizadas de apoyo a los hogares vulnerables.
Estas medidas contribuirían a evitar distorsiones que impedirían o retrasarían los ajustes a los precios más altos de la energía. Además, mantendrían los incentivos al desarrollo de fuentes alternativas de energía verde y apoyarían la sostenibilidad fiscal. Esto también tendría efectos distributivos beneficiosos, ya que los subsidios a la energía suelen beneficiar también a los hogares más acomodados. Para minimizar los efectos adversos duraderos de la volatilidad de precios de las materias primas, también es importante que las instituciones macrofiscales sean fuertes y puedan amortiguarla.
Pero no basta con las medidas adoptadas a nivel nacional. Es fundamental realizar esfuerzos multilaterales para lograr el objetivo compartido de dar solución a la inseguridad alimentaria y energética. Es vital mantener el libre comercio de los alimentos. Más aún, el libre flujo de comercio de insumos minerales y metales que son fundamentales para la transición verde también beneficiaría la seguridad energética.