El reciente devenir económico de América Latina pone de manifiesto los lazos económicos más estrechos que la región mantiene con Asia. China, en particular, se ha convertido en los últimos 20 años en una fuente crucial de demanda de materias primas de América Latina, reportando importantes ganancias a la región.
La otra cara de esa moneda es que la desaceleración estructural que está sufriendo la inversión china está incidiendo con fuerza en los precios de las materias primas y en las economías que las exportan. Pero Asia puede ser mucho más que solo una fuente de ocasionales ganancias (y pérdidas) extraordinarias para América Latina. Como un molino de viento, Asia podría ayudar a dar un mayor impulso a la economía de América Latina, al ser un ejemplo de una exitosa integración comercial regional y a través de mayores vínculos transpacíficos directos que beneficien a ambas partes. Pero para obtener estos beneficios será necesario fijar objetivos claros y realistas, trazar una estrategia a largo plazo y prestar atención a las implicancias políticas y sociales de una mayor integración económica.
Vínculos económicos más estrechos… Las relaciones económicas entre América Latina y Asia se han afianzado considerablemente en los últimos 15 años. En particular, los flujos comerciales brutos entre ambas regiones se multiplicaron por 10 desde el año 2000. El fortalecimiento de los vínculos comerciales también ha dado lugar a una serie de iniciativas recientes que buscan fomentar una mayor integración, como tratados de comercio bilaterales, el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica y la creación de nuevos bancos de desarrollo multilaterales.
El auge de China ha sido un factor importante de esta evolución, pero no el único. Los vínculos económicos también se han afianzado con otros países asiáticos. Por ejemplo, Corea subió varios puestos en la clasificación de los principales socios comerciales de Brasil, Chile y Perú desde el año 2000; e India y Japón son importantes socios comerciales de varios países de América Latina.
Los vínculos financieros también han cobrado importancia, aunque todavía tienen mucho margen para seguir creciendo. Entre 2005 y 2014, la inversión extranjera directa japonesa en América Latina superó los US$110.000 millones. Además, en los últimos años, la inversión extranjera directa de China en la región aumentó notablemente; de un total de US$6.000 millones durante 1990–2009 a un promedio de US$10.000 millones anuales entre 2010 y 2012, según datos recopilados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. …en medio de grandes oportunidades aun desaprovechadas Sin embargo, el potencial para profundizar la relación económica entre Asia y América Latina sigue siendo enorme.
De hecho, el aumento del comercio interregional sigue siendo muy dispar. Si bien las exportaciones de mayor valor agregado han aumentado en cierta medida, en los embarques de América Latina siguen predominando las materias primas, en tanto que la mayoría de sus importaciones de Asia abarcan una amplia gama de productos manufacturados. Si bien este fenómeno puede obedecer en parte a ventajas comparativas arraigadas, también sugiere que América Latina no ha podido aprovechar el aumento de los flujos comerciales para transformar sus propias estructuras económicas, que siguen presentando un grado relativamente bajo de diversificación.
Por ende, los efectos de transferencia de conocimientos e innovación que suelen acompañar al intercambio comercial, aún son limitados. La falta de diversificación de las exportaciones y la limitada complejidad económica también han restringido el surgimiento de cadenas de suministro intrarregionales, con la notable excepción de la integración de México en el complejo industrial estadounidense.
Mientras tanto, los patrones del comercio internacional dentro de Asia han cambiado drásticamente en los últimos 20 años. En particular, China se ha convertido en el eje del importante comercio transfronterizo de bienes (y, más recientemente, de la inversión), lo cual impulsó la mejora de la tecnología, la transferencia de conocimientos técnicos y el surgimiento de sofisticadas cadenas mundiales de suministro. A pesar de su gran ímpetu, este proceso no se ha manifestado de forma uniforme en toda Asia (como se destaca en un estudio reciente del Banco Asiático de Desarrollo). De hecho, algunas subregiones han permanecido relativamente desvinculadas de la integración comercial y el dinamismo económico de la región. Los obstáculos internos, como el deficiente entorno empresarial, parecen ser una razón importante.
Aprovechar el potencial Obstáculos internos similares también pueden ser la razón que explique por qué América Latina no ha desarrollado complementariedades productivas ni entablado relaciones comerciales intrarregionales más profundas como las observadas en Asia. Una serie de cuellos de botella de la oferta —como sistemas educativos débiles, deficiencias de infraestructura, entornos empresariales difíciles y diferentes obstáculos comerciales— han limitado el crecimiento de la productividad, frenado la inversión y la innovación y limitado las ventajas de tener vínculos más estrechos con otras economías. Sin lugar a dudas, el auge de los precios de las materias primas registrado entre 2003 y 2011 también contribuyó a reforzar el modelo de crecimiento basado en las materias primas.
Para hacer frente a estos retos y convertir al comercio en un motor de crecimiento sostenible, las autoridades en América Latina deberán reducir los actuales obstáculos al comercio (como los altos costos del transporte) en la región. Pero también es crucial adoptar una perspectiva estratégica más amplia:
• Seamos realistas sobre el crecimiento. En un contexto de menores precios de las materias primas, condiciones financieras más restrictivas y menos margen de maniobra para la política macroeconómica, lograr un crecimiento robusto será más difícil que en la década anterior. Las perspectivas dependerán de que se lleven a cabo esfuerzos firmes para abordar las deficiencias estructurales de larga data que han restringido la inversión y la productividad.
• Una mayor integración comercial puede incentivar el desarrollo de economías más sólidas en América Latina, pero los objetivos deben ser realistas. Como lo han documentado varios estudios empíricos, la integración comercial suele tener efectos positivos en la productividad y la transferencia de conocimientos. Pero no es una solución mágica. Los esfuerzos para fomentar el comercio intrarregional y el fortalecimiento de los vínculos con Asia deberán apuntalarse con programas de reforma interna orientados a crear un mejor entorno para la iniciativa empresarial, la innovación y la diversificación.
• El amplio respaldo político es crucial. Pese a sus ventajas a escala general, una mayor integración comercial puede tener efectos divergentes en diferentes segmentos de la sociedad. Gestionar bien estas implicaciones y cerciorarse de que la prosperidad sea compartida es crucial para forjar y preservar el apoyo político a favor de una mayor apertura. En resumen, América Latina puede transformar su relación con Asia en una fuente perdurable de energía y crecimiento—en un molino—en lugar de que solo sea una fuente de ocasionales ganancias extraordinarias. En la actualidad, las perspectivas de crecimiento son débiles y existe la posibilidad de que la desaceleración de la inversión estructural de China incida negativamente en los mercados mundiales de materias primas en el futuro y por un largo período, y por eso ahora es más importante que nunca comenzar a aprovechar esta oportunidad. Examinaremos este tema con más detenimiento en nuestra próxima edición de Perspectivas económicas regionales y en un seminario durante nuestras Reuniones Anuales este octubre en Lima, Perú.